—Miraré hacia otro lugar —dijo, ladeó la cabeza hacia la derecha y sólo movió sus ojos para observarme, pero fruncí el ceño y el fingió no verme.

Tomé la servilleta, miré a mi alrededor... nadie estaba viéndome. Luego miré a Jared quien ya rendido había cerrado sus ojos y rápidamente puse el pedazo de salmón en la servilleta, la cerré, le puse otra servilleta encima y lo dejé. Tomé un gran sorbo de gaseosa y Jared rio.

—Déjame entender —expresó con un tono burlesco en su voz —: Te ha gustado el café helado de frambuesa ¿y no el salmón?

—No soy una fanática de la comida del mar —contesté inocente, él sonrió y continuó comiendo de su malo salmón.

Luego de comer, todavía faltaban unos minutos para entrar al segundo periodo, así que me pedí un café. Así al menos podía poner en mi lista que había visitado otra cafetería. Esta vez pedí algo normal y Jared hizo lo mismo.

No estuvimos demasiado tiempo ahí cuando ya tuvimos que regresar a la empresa: me cepillé los dientes antes de volver a la oficina y me quedé mirando en el espejo por unos segundos y me noté diferente.

No me sentía como la Camile que había llegado desde otro país para iniciar una nueva aventura, todo parecía haber dado un extraño vuelco en mi vida y hasta mirarme en el espejo se sentía así. Seguía siendo un desastre, extravagante y preguntona, pero en el fondo estaba sintiéndome completamente diferente, como si estuviesen cambiando el chip de mi corazón una y otra vez buscando cuál funcionaba mejor.

Continué mirándome como una estúpida en el espejo hasta que reaccioné: rápidamente salí del baño y subí en el ascensor hasta la oficina. Jared se encontraba en su lugar de la oficina con los ojos pegados al computador, ni siquiera notó que había entrado, así que saqué un poco de agua y me senté para trabajar.

—Ahí estas —lo oí.

Alcé mi vista. Lo vi ponerse de pie, tomó una hoja de encima de su escritorio y se acercó a mí con entusiasmo, puso la hoja llena de números en la pantalla de mi computador e intercaló su mirada entre mi cara y la hoja, la hoja y mi cara.

—Si esperas que te diga que los números están bien, pierdes tu tiempo —sonreí y él negó con su cabeza.

—Sólo quería enseñarte que tengo el presupuesto de nuestra primera propuesta —movió sus cejas de arriba abajo y le quité la hoja. Comencé a mirar los números, y aunque no entendí demasiado el extraño orden de Jared Brackley, comprendí que todo calzaba y la empresa podía con eso.

—¡Genial! —alcé la voz y él rio de mi motivación —la archivaré para que tengamos al menos tres propuestas para enseñarle a Cedric —sugerí y él se enserió.

—¿tres? Pensé que con una estaba bien —rodó los ojos.

—Deja la pereza, estrella de rock.

—De acuerdo —alzó una ceja y regresó a su lugar.

Mientras continué buscando alternativas para la empresa Brackley, Jared se colocó audífonos y me ignoró lo que restó de tarde, pero no podía concentrarme demasiado, pues a ratos lo oía tararear un par de canciones y mover la cabeza consiguiendo que sus rubias ondas se movieran al compás con él. Me reí mirándolo a la distancia por unos momentos en donde él no me veía.

Me puse de pie un par de veces para servirme agua, otras para ir al baño y también para estirar las piernas, pero Jared seguía concentrado con los auriculares puestos ignorando a todo el mundo a su alrededor. Cuando llegó la hora de irme, arreglé mi bolso y me puse de pie, me apoyé en el marco de la puerta y, al fin, él alzó su mirada: se quitó los auriculares y me observó.

El destino que no soñéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora