Los elegidos

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Eran los elegidos. Los elegidos para librar una batalla campal entre ellos mismos y su propia valentía. Uno de los grupos más populares del instituto les había retado a pasar toda una noche dentro del instituto, y los dos amigos habían aceptado sin pensárselo dos veces. Pidieron el respectivo permiso al director y, tras la cena, ambos se encontraban ya en el interior del instituto. Los dos amigos sabían que ganarían la apuesta: no tenían miedo si permanecían juntos. Pero lo que no sabían, era que el grupo que los había retado no iba a ponerlo tan fácil: habían enviado a uno de los integrantes para hacerles pasar una noche de miedo que no olvidarían en sus vidas.

Charlie y Carol se adentraron un poco más en el instituto. No tenían miedo, nunca lo habían tenido. Ambos se cogieron de las manos y cada tres segundos, un apretón les tranquilizaba. Era su seña personal. Avanzaron por los oscuros pasillos hasta que ambos giraron en una esquina y de repente, la luz se encendió sola. El apretón de manos se había hecho más intenso por parte de los dos. Y lo peor vino cuando la luz empezó a parpadear sola. Sin embargo, Charlie y Carol no mostraron miedo alguno en sus rostros, sino todo lo contrario: la valentía les invadía por cada prueba que pasaban. Y desde las sombras, el tercero en discordia les observaba con el miedo en el cuerpo. Él no había encendido la luz y, por lo que tenía entendido, no había nadie más en el instituto que ellos tres. Empezó a temblar y buscó con los ojos a Charlie y a Carol, pero no encontró a ninguno de los dos. Ellos habían seguido su camino, pensaban que estaban solos. Durante varias horas, caminaron por el instituto en penumbra entre luces parpadeantes y sonidos inquietantes.

Cuando amaneció, ambos seguían cogidos de la mano. Durante toda la noche les había dado tiempo suficiente de visitar todas las aulas y de no dejarse ningún pasillo por explorar. Ninguno, salvo el pasillo donde se encontraba Fran. Ambos avanzaron sigilosamente hacia él le empujaron hacia delante suavemente. El grito de Fran se oyó por todo el instituto, seguido de las fuertes carcajadas de los dos amigos.

―¿Qué? ¿Hemos superado la prueba?

Fran solo asintió. El miedo que había experimentado durante toda la noche le había dejado mudo.

Relatos nocturnosWhere stories live. Discover now