Capítulo 5: Nicolette

4 0 0
                                    


Mi padre se abalanza sobre mí y me abraza antes de que puede terminar de cruzar en quicio de la puerta. Mi madre no tarda en unirse y, entre los dos, me arrastran al pequeño salón. Olivia nos mira desde un rincón con sus juguetes y se ríe, sin entender el motivo de tanto alboroto.

─¿Dónde estabas? No te imaginas qué noche hemos pasado pensando que podrías estar en medio de esa revuelta que se ha formado de repente, o que podría haberte ocurrido algo. A tu madre no le vienen nada bien estos disgustos, Nicolette ─me recuerda mi padre.

─Estoy bien. Siento mucho haberos asustado.

─Lo importante es que estás de vuelta ─me dice mi madre, acariciándome la mejilla. Cada día me da la impresión de que sus ojeras se acentúan y siento una punzada de miedo al pensar en cómo se sigue consumiendo.

─Tengo que irme a trabajar. Ya que sé que estás en casa, no quiero perder otro día de trabajo. Los encargos se acumulan y hoy me llega un pedido de telas.

Cuando sale por la puerta, le doy un beso a Olivia y otro a mi madre y me meto en la cama. Mi turno no empieza hasta la tarde y necesito dormir un poco. O, al menos, tumbarme un rato.

Aunque no me he atrevido a hablarles a mis padres de ello, la realidad de lo que ha ocurrido esta noche me golpea en cuanto cierro los ojos y lloro hasta quedarme dormida.

Por la tarde, salgo sin despedirme para trabajar mi turno en la taberna del barrio. Me alegra ganar algo de dinero con el que ir disminuyendo nuestra deuda, me hace sentir útil.

Pero ese día estoy distraída y soy consciente de que se nota, aunque ningún cliente se queja. Lo que termina de descentrarme es la persona que entra por la puerta cuando estoy recogiendo las cenas. Mi compañera le ofrece algo de beber, pero me acerco y le indico con un gesto que me encargo yo.

─¿Qué haces aquí? ─pregunto a Bastien, que me mira con seriedad.

─Buscarte. Mi padre me ha dicho que te vieron en la barricada y, aunque es verdad que no han detenido a nadie desde anoche, creo que deberías saberlo.

Lucho por mantener una expresión neutra, pero la mirada de compasión de Bastien demuestra que no lo consigo.

─Mi familia no puede permitirse que me apresen.

─Eso no va a ocurrir, ya te he dicho que no han detenido a nadie más. Y en cualquier caso, nos vieron juntos después. Eso es lo que he venido a decirte. Si te acusan de algo, úsame como coartada. Recuerda que lo primero que pensaron los soldados fue que éramos una pareja que había elegido un mal momento.

─No pretendo meterte en líos, Bastien.

─Qué más da. No es para tanto. Ni que fuéramos los únicos que se encuentran donde no deben cuando no deben.

─Lo sé. Gracias, supongo.

Logro esbozar una sonrisa y Bastien me la devuelve, sentándose en uno de los taburetes de la barra.

─¿Cómo estás? ─me pregunta.

─Pues como te puedes imaginar.

El recordatorio de todo lo que vivimos, de la muerte de mis amigos, es una herida abierta. Y aún lo será durante un tiempo.

─Sé que ya lo dije ayer, pero lo siento. Y si puedo ayudarte en algo, solo dímelo. Somos amigos.

─Lo éramos ─le corrijo.

─¿Crees que podríamos volver a serlo?

Cuando le miro, su expresión es seria y parece sincero. Lo cierto es que, aunque hay sido en las peores circunstancias, me alegro de tenerle de vuelta en mi vida. Y quiero que siga así.

Tras las barricadasWhere stories live. Discover now