El escritor.

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La vida de un escritor es solitaria, bastante diría yo, digamos que me considero uno en mis ratos libres. El sentarse en la oscuridad de tu habitación frente a un monitor y teclear para formar historias es algo que puede convertirse en una forma de vida, lo que escribo a continuación es algo interesante que me pasó en una de esas noches de soledad frente al monitor.

Me encontraba escribiendo un poema cuando sentí que algo extraño me observaba. Un escalofrío recorrió mi espalda, así que ladeé mi cabeza para comprobar si efectivamente algo me observaba, nada fuera de lo común. Continué mi labor, pero ese sentimiento de que no estaba solo no me abandonó, me levanté de mi silla y caminé hacia la puerta de mi habitación, la abrí y me asomé hacia el pasillo a ver si divisaba algo, pero no vi nada.

La casa estaba sola, como debería ser, no se escuchaba ningún ruido, hice un gesto con mi cara, como si me estuviese volviendo loco, regresé a mi escritorio y traté de seguir escribiendo, pero me vino un bloqueo mental: estaba distraído, ese sentimiento de que me observaban seguía latente, cada vez más fuerte, decidí dejar de escribir por esa noche e ir a descansar; de todas formas, en la mañana tenía que ir a la universidad.

A la mañana siguiente, me levanté y fui a la universidad, había olvidado por completo ese sentimiento de que me observaban.
Salí un rato con mis amigos y, ya entrada la noche, regresé a casa, inspirado para seguir escribiendo, encendí mi ordenador. Entonces, encontré en el escritorio una nueva página creada en Word. Me pareció extraño porque yo no solía dejar mis archivos en el escritorio, siempre guardados y ordenados, ese archivo, en cambio, estaba en el escritorio y no tenía nombre, decidí abrirlo y lo que encontré me erizó la piel.

“Hola, soy algo penosa, pero me gusta cómo escribes. Anoche tuve algo de temor al acercarme a ti, es que me considero una gran admiradora tuya. Espero que no te sientas mal si me siento a observarte más seguido.

Atte. Tu gran admiradora”.

Esto debe ser una broma, no había nadie en la casa, vivo solo y es imposible que alguien entrara a mi casa y descifrara la contraseña del ordenador y me dejara esto. El pánico me estaba invadiendo y, de repente, lo sentí.

La puerta de mi habitación se había cerrado suavemente, me daba miedo voltear, sentía que estaba allí, que me miraba. De repente, una respiración en mi cuello y lo último que pude escuchar: “¿Te ha gustado mi carta? Yo soy tu gran fan”.

Más que aterrador.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant