Reencuentro

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El viernes había llegado de prisa, y John era una nube de estrés viviente.

Pasamos horas planeando la temática del proyecto en su oficina, eligiendo las luces, los diseños, el resto del equipo.

Las ideas del castaño aún no quedaban claras y tenía al menos cuatro "plan B".
Yo me aseguraba de la iluminación, mientras él se paseaba con una carpeta en sus manos dando órdenes a todas las personas que se encontraban allí. Peleando con una pobre rubia encargada de los bocadillos.

Nos encontrábamos en último piso del edificio, un espacio vacío sin cortinas ni muebles, perfecto para colocar lo necesario alrededor, y que no hubiera interrupción visual. Estábamos casi listos, pero los modelos aún no llegaban.

-¡Y traeme un café!- le gritó a la pobre chica, todos parecían nerviosos por la actitud del castaño

-Oye, estás haciendo un gran trabajo, sólo tranquilizate, estás espantando- dije en voz baja, en un intento de reprimirle

-Lo sé, lo siento, estoy frustrado, debieron llegar hace media hora, ¡Y apenas terminamos!-

-Pero ya terminamos- tomé sus manos -Respira hondo- lo hizo, relajando los hombros, inhalando despacio hasta escuchar pasos, haciendo que sus hombros se tensaran de nuevo.

Un grupo de tres mujeres y dos hombres de abrigos elegantes se acercaba, acompañados de dos sujetos fornidos de gafas oscuras. No pude verles bien, pero por el resonar de sus tacones sabías perfectamente que se trataban de los modelos.

-John- saludó una mujer mayor que iba al frente del grupo, la más baja de estatura, con un saco color melón a la altura de sus muslos, y pantalón acampanado de tacones con tiras delgadas, broches dorados y gafas
-¡Lamento tanto la tardanza! Mis chicos no trabajan sin desayuno-

-No importa, pero será mejor que iniciemos- sonrió achicando sus ojos, cosa que hacía cuando estaba molesto

Dejé de prestar atención a aquella charla, para encender la cámara mientras hacían pasar a los modelos a la pequeña sala que habíamos montado, las modistas corrían hacia ellos con los vestuarios y maquillaje.
Por suerte yo sólo era la fotógrafa, lo difícil llegaba a la hora de editar los resultados.

-Nena, primero iniciarás con las chicas, ellas estarán juntas con los vestidos, las flores y sombreros-

-¿Y la tina de baño?-

-El primer chico, el moreno, los están maquillando, y por último el elemento sorpresa con el rubio-

-¿No pudiste aprenderte los nombres?- reí

-Tengo cosas más importantes de que encargarme- rodó los ojos haciendo un ademán con las manos, merodeando una vez más.

Esperamos otros veinte minutos, hasta que las tres chicas salieron con los vestidos, piezas extravagantes que millonarios compraban sólo para usarlos una vez en su vida en alguna fiesta de caridad, o famosos internacionales sobre alfombras rojas. Piezas que serían publicadas en la primera plana de la prestigiosa revista y pagarían el suelo de todos en aquella habitación.

Pronto los tacones volvieron a sonar, miré a la primera mujer, era castaña, le habían pintado los pómulos de rosa, y atado al pelo con un copete junto a un sombrero redondo blanco; la otra se colocó en el medio, ella era morena, su piel resplandecía en un vestido color crema, de alguna tela fina que no recordaba su nombre.
Al mirar a la última chica, me resultó conocida, nuestras miradas se conectaron un momento y me pareció ver que sus labios se fruncian. Presté más atención a su rostro hasta reconocerla.

¡Claro! La mujer en París.

Se veía distinta, más alta, y con extensiones de cabello. Las plataformas hacían que sus piernas lucieran más largas.

As The World Falls Down Where stories live. Discover now