Capítulo tres.

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(Creditos de la imagen de multimedia a Balero de Papel en Facebook. Vayan a darle amor. ¡Es por el Kuban!- y el Higuel alv).

Y llega el día en el que un extraño cambia el rumbo de tu vida y tu corazón.

La mente de Leo se nubló de preguntas. ¿A quién demonios se le ocurría estar en calle con esa lluvia? ¿Alguien que no pudo refugiarse a tiempo? ¿Será el cieguito de los ojos buscando posada?

—¡Chisguete! ¡Deja de estar mirando a la nada y haz lo que te dije! —la voz aguda de su hermano mayor lo devolvió a la Tierra —. ¡Este chico se va a morir de hipotermia!

 —¡Que no me digas Chisguete! —gritaba, corriendo escaleras arriba.

Los San Juan no contaban con más de cuatro habitaciones, tres ocupadas por los residentes y la última, que pertenecía a los padres de Leo y Nando, no se podía abrir (decisión indiscutible por parte de Doña Toñita). Por ende, el castaño le cedió su cama al huésped.

De un cajón sacó dos rollos de vendas, para luego voltearse y ver a su hermano con lo que parecía ser una persona joven, al parecer inconsciente, en sus brazos. Dejó los rollos y ayudó a acomodarlo en la cama.

Era un niño, quizá de su misma edad. Tenía el cabello negro, recogido con un listón. Usaba una prenda similar a una bata, un pantalón azul, chancletas de madera y un parche que cubría su ojo izquierdo.

Leo quedó asombrado y, hasta cierto punto, fascinado. Nunca se había topado con alguien muy diferente físicamente a sus coterráneos. Su ojo cubierto fue lo que más lo atrajo. ¿Qué le habrá pasado?

Aunque, no lo pudo negar, el chico le parecía guapo. Bastante guapo...

¿Eh?

¡Un momento!

—¡Puebla llamando al Chisguete! ¡Despierta! —unos dedos tronaron en frente suyo—. ¿Qué tanto le miras, Leo?

El menor sintió como sus mejillas se calentaban lentamente. Desvió la mirada de golpe para toparse con un Nando completamente mojado y molesto.

—¡Nada, nada! ¡No le vi nada! —respondió nerviosamente—. ¿Qu-qué pasa, Nando?

—¿La sangre en las rodillas del tuerto te dice todo?

Suficiente como para decir que Leo no serviría para enfermero.

Una mirada rápida al mencionado lo devolvió a su cien por ciento. ¿Tan embobado estaba que no cayó en cuenta de la sangre? Inmediatamente envolvió sus rodillas con las vendas y, encima de ellas, dos trozos de ropa vieja.

—Listo- dijo, limpiándose las manos con una toalla—. Si quieres me quedo a cuidarlo.

—Sale. Voy por las cosas de este —su hermano señaló al extraño con la cabeza, para luego salir del cuarto y cerrar la puerta con tal fuerza que hasta los menores temblaron.

Leo se arrepintió de ofrecerse para cuidarlo. Un silencio digno de funeral se adueñó del espacio. Perfecto para la incomodidad esparcida en el aire

"Bueno... ¿Qué haces con un chico inconsciente en tu habitación? "Pensó.

¿Leer? Verg... Dejé el libro en el baño.

¿Dormir? No. No más pego el ojo y se nos vuela.

¿Hablar con él? Jajaja. Hablabas con los muertos, no con los inconscientes. Además, no te dirá ni mu.

¿Irme? ¿Y te haces llamar el hermano responsable?

Lo Que El Charro Nos Dejó (Hiatus).Where stories live. Discover now