Capítulo uno.

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¿Qué eres capaz de hacer con tal de proteger a tus seres queridos?

Kubo no contaba con que el haber liberado a su abuelo de ser el Rey Luna y haberle devuelto el color y la vida a su pequeña aldea, le habría de costar su niñez e integridad.

Altos funcionarios del Imperio Japonés habían escuchado los rumores de las hazañas del pequeño, por lo que no dudaron en mandarlo a reclutar para prepararlo en caso de una guerra. ¿Qué si era un niño de once años? Tenía magia y los elementos de combate de un adulto. Solo le faltaba perfeccionarlos.

A Raiden la noticia no le cayó nada bien. Puede que no tuviera ningún recuerdo con el hijo de Sariatu, pero era su familia. Pese a todas las maldades que él y sus otras dos hijas cometieron en el pasado, Kubo lo ayudó a recomponerse. El chico era tan importante para él y viceversa.

Así que, en una de las noches del festival de Obon*, ambos dejaron la aldea.

Fueron meses de travesía. El poco descanso y las largas caminatas los tenían haciendo equilibrio entre el mundo de los vivos y de los muertos. Gracias a los espíritus de Hanzo y Sariatu, en menos de un año lograron esconderse en una embarcación y abandonar Japón.

Pero no contaron con terminar en América.

Y mucho menos en Nueva España.

El cambio cultural fue drástico. Los idiomas, las tradiciones, las festividades. Todo fue un nuevo universo. Múltiples veces quedaron desconcertados cuando alguien les hablaba en español. ¡Incluso hubo gente que les habló en Náhuatl!

"¿Por qué no dejé que me reclutaran?" pensaba en nipón menor en sus días de máxima confusión frente al día a día mexicano.

Sin embargo, la perseverancia y el compromiso de sacar sus vidas adelante que abuelo y nieto se hicieron los mantenían en pie de lucha. Gracias a ello -y a otro año lleno de obstáculos-, finalmente lograron establecerse en los alrededores de la Ciudad de México y aprender el español necesario.

Kubo continuó contando historias, que fueron recibidas con gusto y admiración por los capitalinos. Estaban fascinados por la magia que se esparcía en cada relato, acompañado de una suave melodía de shamisen. Eso y la simpatía natural del muchacho le hicieron ganarse un montón de cariño y respeto.

Por su parte, Raiden optó por olvidar lo poco de su pasado como el Rey Luna y dedicarse a disfrutar de su vejez. Guardó las katanas y armaduras en un baúl que escondían en el sótano de su choza, para luego irse a ayudar a varios vendedores en el Zócalo.

Una vida humilde pero feliz.

Hasta aquel fatídico día en el que la maldad volvió a visitarlos.

El anciano volvía de su pequeña jornada laboral, feliz de haber ganado unos pesos y unos bollitos recién salidos del horno.

"La sorpresa que se llevará Kubo" se decía mentalmente "Estos lujos no se dan todos los días".

Pero no contaba con que un portal se abriese detrás de él, y mucho menos que de él saliese un hombre vestido totalmente de negro y con una sonrisa cínica.

- Así que aquí estás... Rey Luna - escuchó decir antes de que su vista fuese solo negra.

Nadie escuchó el desgarrador grito, ni encontró al dueño del dinero y los panes.

Nadie sospechó nada.

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- Ojīsan! Kaettekita (¡Abuelo! ¡Ya estoy de vuelta!)- gritó el joven a la vez que entraba a su hogar.

Lo Que El Charro Nos Dejó (Hiatus).Where stories live. Discover now