—Hay algo —respondió parcamente. Al no añadir nada más, Boo pareció volver a concentrarse en su revista y el otro se afanó en arreglarse, poniéndose el jersey, arreglando su cabello y colocándose una colonia.

Al meter el frasco de perfume en el cajón de su cómoda, rozó con los dedos la bufanda de pana donde estaba envuelto el broche que le había regalado Seungcheol. No lo recordó comprándoselo; recordó, en cambio, la vez en que se habían visto obligados a empeñarlo, cuando se habían fugado juntos, desesperados por estar unidos y sin un céntimo en el bolsillo. Cuánto peligro les había parecido que corrían, pero si Jeonghan hubiera podido cambiar y regresar a aquel momento, donde solo estaban ellos dos frente al mundo, lo habría hecho. Fue como si no pudiera entender por qué no se partía el universo por la mitad, por qué no reventaba por las costuras, para volver a estar unidos.

—Me alegro de que los amores te vayan bien —Seungkwan se volvió por fin, e incluso tenía una sonrisa tímida y vacilante en los labios—. Aunque no era difícil que te fueran mejor que la última vez, ¿No?

Seungcheol nunca le había caído bien, y oírlo menospreciarlo como había hecho la señora Ha fue la gota que colmó el vaso.

—No puedes pasarte varios días sin dirigirme la palabra y ponerte luego a opinar sobre mis amoríos. Solo actúas como mi amigo cuando te apetece, y ya estoy harto.

—Perdóname por existir —el rubio arrojó la revista al suelo y salió de la habitación.

—¿Así que van a ir juntos al baile? —dijo la señora Yoon mientras le servía a su hijo un buen cucharón de puré de patata.

La «pareja» se miró a los ojos. Ni siquiera habían pensado aún en el baile, pero la pregunta de la mujer era lógica.

—Por supuesto —se apresuró a decir Jisoo—. No recordaba la fecha de este.

—El tiempo vuela —el padre de Jeonghan movió melancólicamente la cabeza antes de tomar un sorbo de sangre—. Parece que cuanto mayor te haces, más rápido pasa.

—Dígamelo a mí —respondió Hong. Momentos como aquellos le recordaban al castaño que, aunque parecía tener unos veinte o veintiún años, de hecho tenía más de trescientos y era un vampiro tan experimentado y poderoso como sus padres.

—Tendremos que darnos prisa para elegir el traje que usarás, Jeonghan, si voy a tener que arreglártelo.

Su madre le sonrió radiante, como si le hubieran llevado un número de lotería en vez de una nueva pareja.

—Desde luego —dijo este—. Será genial.

El resto de la cena fue ligeramente menos embarazoso y, después, el señor Yoon puso un disco. Parecía que él y su esposa estuvieran haciendo todo lo posible para asegurarse de que su hijo se lo pasaba estupendamente. Cuando Jeonghan dijo que quería acompañar a Jisoo abajo, se mostraron casi impacientes por dejarlos solos.

—Dentro de una semana, ya nos habrán encargado la tarta de boda —soltó el castaño de repente mientras bajaban las escaleras.

—Solo quieren que seas feliz.

En el tono de voz de Hong se percibía cuánto seguía deseando ser la persona que lo hiciera feliz.

—Jisoo, sé que es lindo pasar tiempo juntos, y tú eres maravilloso, pero nosotros no... —incómodo, le dio la vuelta a la tortilla—. ¿Qué puedes ver en alguien como yo?

—Yo no soy tan distinto a ti. Sé que debería serlo, pero no lo soy —lo escrutó con curiosidad—. ¿No te has dado cuenta de que aquí todos los alumnos actuamos como adolescentes? ¿Incluso los que son mayores que yo?

Crescent Moon ➳ SeventeenWhere stories live. Discover now