Mala idea.

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Él no había entendido lo mala que había sido esa idea hasta ese momento. Ese momento de desesperación, de ahogo, de tortura.

Es decir, ¿a quién le parece mala idea meterse al mar cuándo estás borracho? Exacto, a nadie.

Y ese fue el error de Nathaniel.

Se olvidó que no sabía nadar y se metió a la profundidad del mar.

Maldecía tanto como podía mientras, con la desesperación en cada célula de su cuerpo, intentaba llegar a la superficie. Él nunca había aguantado tanto tiempo la respiración, así que pasando el minuto y medio, se le hizo eterno.


Pero el problema era que, cada vez que él intentaba subir, parecía que algo lo atraía hacía la profundidad.  Y si no intentaba subir, igualmente caía, incluso con más rapidez.

Sentía como el agua ingresaba a sus pulmones.

Sentía como poco a poco se iba el aire.

Sentía como caía, cada vez más rápido.

Parecía que el peso de sus errores se hacía cada vez más pesado, arrastrándolo a lo más profundo del mar.

Entonces, sólo entonces, él se dio por vencido. Ya no tenía sentido seguir luchando. Su vida estaba siendo un maldito infierno, ¿por qué continuar?


Cerró los ojos, relajó la presión de su cuerpo, y, finalmente, dejó de sentir.

Escritos de un psicópataWhere stories live. Discover now