Se limitó a limpiarse la boca con el dorso de la mano. Miró a todos lados y al ver que estaba sola se permitió respirar con tranquilidad. Recordó los tacones y decidió ponérselos. Estaba cruzando la calle cuando unos faros aparecieron por una de las esquina, a su mente llegó la imagen del Corsa e intentó salir corriendo, pero los zapatos le jugaron en contra por lo que cayó de bruces contra el asfalto.

La moto se detuvo a centímetros del cuerpo de ella. Un joven se bajó y Vanesa sintió como el pánico aumentaba a medida que este se le acercaba. Se alivio algo cuando vio que el dueño de la moto era demasiado alto para ser Diego.

Mientras tanto el joven la miraba con pavor. No imaginaba que era lo esa chica podía estar haciendo en el suelo. Por eso comenzó a imaginarse lo peor. ¿Y si estaba muerta? ¿Cómo se las apañaría? Se acuclilló junto al cuerpo y corriendo el cabello de ella le busco el pulso en el cuello.

Vanesa se corrió ante el contactó. Él suspiro aliviado por ver señales de vida. Más tranquilo comenzó a fijarse en sus rasgos. De repente la reconoció.

— ¿Vanesa? —la joven gimió a modo de respuesta— ¡Vanesa! ¡Mi Dios! ¡¿Qué te paso?!

Nes comenzó a incorporarse con dificultad. Él la tomó de los hombros, a pesar de que ella se resistió, y le ayudo a sentarse.

— Gracias… —sus ojos húmedos amenazaban con desbordarse. Termino de pararse sin ayuda y él se incorporó a su lado.

Ella se sentía mareada por el golpe y no lograba reconocer a esa persona que si parecía conocerla. Cuando quiso caminar se tambaleó, por lo que el joven la agarro antes de que volviera a caer,

— ¿Te llevo? —le propuso al ver que Nes intentaba ponerse en marcha de nuevo sin ningún éxito.

Ella le miró con cautela y un poco de pánico que se vislumbraba en su rostro.

— No, gracias. Voy caminando —trató de sonar natural, sin embargo el miedo le hizo temblar la voz.

— Vamos, Nes… —estaba sorprendido de su rechazo y de su mirada hostil, siendo que se conocían de pequeños. Intuía que no lo había reconocido—. Soy Kevin, el amigo de Tony…

— ¿Kevin? —el nombre brotó de sus labios como una pregunta.

Luego de que Vanesa se convenciera que ese joven era el Kevin que ella conocía desde hacía años, se subió la parte de atrás de la moto. Kevin podía sentir sus brazos apretándole con fuerza las costillas, pero no le importaba. Le preocupaba más su cercanía. Tantos años había luchado para verla solo como a una hermana menor, que no podía permitirse, que una noche, todo se fuera al carajo.

— ¿A dónde me llevas? —la voz de Nes llegó amortiguada por el viento.

— A tu casa…

— No… ahí no. Por favor… —sonaba extraña.

Kevin aminoro la marcha hasta acercarse al cordón de la vereda, y se volteo para mirarla. De los ojos color aceituna de ella caían pequeñas lágrimas que brillaban sobre su rostro.

— ¿Estas llorando?  —el corazón se le había estrujado. Cuando la vio tirada en la calle creyó lo peor, mas al ver que se levantaba sin más concluyó que debía de estar borracha. Pero ahora al verla llorar, sus miedos volvieron a renacer— ¿Qué te paso?

Nes se seco las lágrimas con la punta del pulgar y musito un imperceptible “nada”. La cabeza de él trabajaba al doble de velocidad tratando de averiguar la forma de saber lo sucedido.

— Mira… —dijo por fin— Hagamos un trato. Yo te llevo a mi departamento y vos… me contas que te paso… —Vanesa se mantuvo muda— De lo contrario te llevo a tu casa y que se la arreglen tus padres.

Caperucita RojaWhere stories live. Discover now