𝐺𝑒𝑛𝑑𝑟𝑦 & 𝑀𝑦𝑟𝑐𝑒𝑙𝑙𝑎

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Myrcella había tomado una cierta costumbre, no muy peculiar entre las doncellas, mucho menos para las princesas.

Ella iba a un pequeño puesto de joyería todos los días a la misma hora y se quedaba allí hasta que un guardia la llamaba, no porque comprar joyas fuera tan malo, pero eso no fue lo que hizo.

El pequeño puesto de joyas estaba justo en frente del herrero, donde ella tenía una gran vista de él trabajando.

Tenía el pelo negro y los ojos azules y estaba realmente intrigada de que él se pareciera tanto a su padre, por supuesto que Myrcella había escuchado las historias sobre los bastardos del rey Robert, y claramente, como era la chica inteligente que era, obviamente dedujo.

Había estado en la misma rutina durante dos semanas, su madre a veces hacía preguntas que siempre se respondían rápidamente sin dejar lugar a preguntas, como dice la buena leona Myrcella, mentir es uno de sus regalos.

Entonces, en un día normal en la misma rutina, decidió que hoy sería el día para acercarse.

Hola

- Princesa Myrcella.

- ¿Y tú eres ...?

- Gendry, su alteza.

Y el silencio era sofocante.

- Si me dejo preguntarle, Su Majestad, ¿por qué me está mirando estas semanas?

Estaba tan tranquilo y su pregunta tan directa que Myrcella ya podía sentir el rubor en sus mejillas.

Pero no podía explicarlo, así que todo lo que hizo fue mentir como la buena leona que es.

Y durante el resto de las semanas ya no tuvo que esconderse para mirar al joven Gendry, y tampoco tuvo que cerrar la tienda más tarde para la princesa Myrcella.

Y mientras estaba acostada en su cama esperando que llegara el sueño, no podía dejar de pensar en él.

- Dioses si mi madre me viera ahora, enamorada de un herrero. Estaré aún más en problemas cuando sepan de quién es hijo ...

Hasta entonces, aún podían intercambiar miradas y sonrisas apasionadas.

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