Un nuevo amanecer

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"¿Acaso tenemos un propósito en la vida?"

Mi vida solía ser la que comúnmente afirmamos conocer como normal. Tenía una familia y amigos que amaba y un buen trabajo. Un ser común y corriente.

Sin embargo, en el extraño bucle de la vida me crucé en el camino de alguien en el momento equivocado. Era de noche, había hecho horas extras para tener los días festivos de diciembre libres. Iba caminando como siempre por esas calles poco iluminadas. No es como si tuviera mucha opción, así era el vecindario por donde vivía.

A pesar de haber pasado mil veces por ahí, el miedo hasta llegar a casa seguía presente. Con una mano dentro del bolsillo sosteniendo las llaves con fuerza. Siempre temiendo lo peor que uno ve en las noticias.

En ese momento, pude escuchar pasos detrás de mí. Con un escalofrío, caminé más rápido. Los pasos se adelantaron. Sabiendo que algo malo pasaría, comencé a correr por la vereda. El desconocido me persiguió fácilmente.

Mi resistencia era pésima. Debería de haber ido al gimnasio pensé con arrepentimiento. Ah, maldición debería haberme esforzado más en cuidar mi físico.

Un ardor sentí en mi espalda. Uno tras otro. En todo el suceso, me di la vuelta e intenté pegarle muy inútilmente con mis llaves. No puedo creer que realmente pensé que unas llaves serían útiles. Mi atacante se deshizo fácilmente de mi lucha con las llaves y continuó su trabajo de apuñalamiento incluso atravesando mis brazos que utilizaba como escudo por instinto.

El dolor era insoportable mientras escuchaba los sonidos horrendos de un cuchillo atravesando mi cuerpo. Todo dolía, pude sentir cómo la sangre se drenaba. Cerré mis ojos en resignación ya dejando que la muerte me llevara. Lágrimas derramándose fueron el último acto de mi vida, no le había hecho daño a nadie, no merecía este final.

Cuando las puñaladas llegaron a su fin o mi vida al menos, me vi tirada en el sucio suelo de la calle. Un gran charco de sangre me rodeaba. Claramente estaba muerta, ni siquiera pude defenderme. Debería haberme dedicado a aprender defensa personal pensé mirando mi maltratado cadáver.

Había llegado a la nada misma luego de verme muerta. Una oscuridad que rodeaba todo. A veces me preguntaba si yo era la oscuridad. Quizás era la nada misma, una sombra, un pensamiento o simplemente materia inerte.

Otras veces pensaba en todo lo que no pude hacer en mi vida perdida. A la familia y amigos que había dejado atrás. Tantos recuerdos inundando mi mente que eran lo único por lo que insistía manteniéndome en la oscuridad misma. Extraño, ¿verdad?

Tanta oscuridad me deprimía y aburría enormemente. Quizás estaba en un lugar entre la vida y la muerte pero lo descarté al pensar en mi cuerpo apuñalado, definitivamente estaba muerta. Pero qué podía hacer, solo esperar días, semanas, meses, años, quizás siglos hasta que dejara de sentir.

Un día, algo extraño sucedió, sentí una presión asfixiante llenar mi oscuridad. Este suceso duró por muchas horas interminables donde me resistía a esta presión. No quería perder mis recuerdos, los últimos vestigios de cordura y sobre todo del amor que ya no recibiría ni podría dar.

Odiaba profundamente la sensación hasta que mi oscuridad desapareció por completo y pude ver borrosamente una luz cegadora que hizo que cerrara mis ojos. Maldición, eso sí que ardió muchísimo.

Esperen. Mis ojos. Maldita sea, estaba viva. Tenía vida. Una inmensa alegría llenó mi corazón y estando tan inmersa en el sentimiento comencé a llorar. Un llanto horrible salió de mi, parecía un bebé.

– Ha nacido en buen estado de salud, Biwa-san – habló la partera – el parto ha sido duro pero la pequeña está bien

– Gracias – agradeció Biwa recostada en la cama

El relato de Inai YamanakaWhere stories live. Discover now