Capitulo diez

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Que será de ti.


Albert llego a su apartamento, cargando la cubeta de pintura y caja con brochas, esponjas, rolos, contenedores de plástico.
El señor Kim-ho corrió a su rescate, pues la caja estaba a punto de caérsele de las manos cuando trataba de sujetar la cubeta de pintura de cinco galones.
— ¡Espere Dr.! _ exclamó el hombre un poco asustado. — permítame ayudarle. Parece que tendrá mucho trabajo que hacer.
_ ¡Gracias Kim!... _ respondió Albert, dejando caer la cajita con delicadeza en las manos del señor Kim.
Las puertas del elevador se abrieron automáticamente, Albert y el señor Kim descargaron el resto de las cosas del auto.
— ¡Sabe Dr.! Me alegra mucho que la señorita Candy le haya confesado toda la verdad y que ahora usted pueda apoyarla, me sentía culpable dejándola entrar a su apartamento a escondidas. — Albert sorprendido se giró observándole, guardando silencio dejó que el hombre continuará, Candy no le había confesado aun que era ella quien había limpiado su apartamento por un año.
— Perdone señor Kim, pero no comprendo lo que me está diciendo. _ Kim sonrió haciendo que sus ojitos estirados se escondieran aún más.
— Creo que he cometido un error. Al parecer la señorita Candy no le ha contado nada. — En ese momento las puertas del elevador se abrieron en el piso de Albert.
Cuando el señor Kim trató de dejar las cosas en la puerta, Albert lo invito a pasar adelante.
— ¡Kimo!... — dijo Albert con confianza... — Creo que usted y yo tenemos una conversación pendiente.
Además nunca lo he invitado a tomar el té que tantas veces le prometí preparar.
— Usted estará muy ocupado Dr. Pero si lo que desea es conversar, permítame ayudarle a mover los muebles. — Pronuncio el hombre mientras cargaba las cajas hacia la cocina.
Albert asintió permitiendo le ayudara.
— Hace un año, una joven de cabello dorado y ojos verdes tenía problemas poniendo el código de seguridad, al verla me pareció sospechosa. Usted nunca había traído una mujer a su aposento. — Albert continuaba escuchándole mientras movían el escritorio a su recamara.
"Esa mujer tiene que ser Candy". — pensó.
— Ella estaba nerviosa, me le acerqué y le pregunté que quien era, porque estaba teniendo problemas al presionar el código, Por lo que nerviosa me respondió que era quien limpiaría su apartamento.
— ¿Limpiar el apartamento? — Preguntó con incredulidad, sabía que estaría a punto de escuchar algo que le causaría tristeza.
— Si Dr. la señora de la limpieza, es la señorita Candy. — Albert se sentó en el sofá de un solo golpe. Cruzo sus manos mientras sus ojos se llenaban de lágrimas sin importarle que el señor Kimo lo observara.
— ¡Usted la ama! ¿Cierto?
— preguntó el coreano.
— ¿Que si la amo? Por supuesto que sí... es mi mejor amiga, es una mujer muy especial. — respondió nervioso," ¿Es tan obvio mi amor por ella?" —Pensó.
— No, no me refiero a ese tipo de amor philos, su amor por ella es ágape, amor incondicional y reflexivo, en el que el amante tiene en cuenta sólo el bien del ser amado.... Ustedes se aman y no son capaces de declararse su amor por miedo al rechazo. — Albert estaba sorprendido por todo lo que el señor Kimo le estaba diciendo acerca de su amor por Candy, lo había dejado sin palabras, a punto de salírsele el corazón de felicidad al escuchar que ella también lo ama.
— ¡¿Que sabe usted que yo no?!
— Preguntó con los ojitos lleno de felicidad.
— Soy un viejo Dr. Albert, y se mucho mas de mujeres que usted.
— respondió el hombre de avanzada edad.
— ¿Recuerda las veces que le ofrecí de cenar cuando llegaba cansado después de largas jornadas de trabajo en el hospital?
— Como olvidarlo, sobre todo el Bulgogi con arroz. — musito Albert mientras se sobaba el estómago.
— La señorita Candy aprendió a cocinarlo.
Después de unos meses de conocerla, sabía que pasaba días enteros sin probar alimentos, le ofrecí comida y cada vez que probaba las verduras, ella mencionaba su nombre recordando cuando Vivian juntos. — Albert agacho su rostro, las lágrimas surcaban por sus mejillas.
— No puedo creer todo lo que ha sufrido mi pequeña, y aun entre tanto sufrimiento pensaba en mí.
— Hoy que sabe toda la verdad, puede ayudarle, la señorita Candy ha sufrido mucho. También debe confesarle sus sentimientos, no sufran más.
— Quiero estar seguro que su corazón ha sanado completamente. — Respondió Albert poniéndose de pie, se dirigió a la cocina para preparar el té.

Que Será de Ti Where stories live. Discover now