❝ Cuando te das cuenta de que quieres pasar el resto de tu vida con alguien, deseas que el resto de tu vida empiece lo antes posible ❞
Una semana enteramente dedicada a Rubius y Vegetta, donde estos inician con su gran aventura marital.
¿Qué sorpres...
Vendré corriendo cuando llamas mi nombre Incluso un corazón roto puede latir de nuevo Olvídate de quien te causó dolor Juro que te amaré de una manera diferente.
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( Unas semanas después del anuncio )
—Creo que esto es innecesario, Vegetta —musito el de cabellos castaños con un tono de fastidio en su voz.
El antes nombrado por el contrario estaba observando a su prometido con diversión, la situación en la que se encontraba realmente le parecía graciosa, pues un Rubius con vestido no era cosa de todos los días.
—Creeme cariño —afirmó Vegetta—. Es completamente necesario.
Obviamente no obligaría a Ruben a llevar vestido, solamente era broma del momento. Lo que se había decidido entre ambos era que llevarían un traje elegante de color blanco y para que su vestimenta tuviera colores característicos de ellos llevarían corbatas de color morado y azul, y así estarían contentos con su forma de vestir.
—Joven Rubius —habló el encargado del establecimiento con un poco de vergüenza—. ¿Podría agacharse un momento? Tengo que tomarle el perímetro de su cabeza.
Rubius no tuvo otra opción que agacharse a la altura del señor para que pudiera medir con comodidad, no sin antes mirar a Vegetta con rostro de "¿Es en serio?" y este no dudo en soltar una fuerte carcajada mientras asentía.
Rubius se verá guapísimo ese día.
Después de un rato de risas, refunfuños y unos que otros regaños por decir malas palabras, Samuel y Ruben salieron de la sastrería, no sin antes agradecerle al señor canoso la ayuda con los trajes y que le dejaban todo en sus manos.
Terminado comenzaron a caminar a pasos apresurados con dirección a la pequeña casa del oso, tomados de la mano y con Coringa siguiéndoles el paso.
—Rubius —llamó Vegetta deteniéndose un momento mirando a su contrario—. Lo del velo era juego mío, no es necesario que lo lleves.
—¡Que va, Vege! —respondió alegremente—. Me veía divina con esa cosa en la cabeza.
El de cabellos negros sonrió con ternura y abrazó por el cuello al de máscara de oso al mismo tiempo que se acercaba su rostro al de su contrario.
—Lo que sea que lleves, se verá de puta madre en ti.
—Vegetta —susurró el de orbes avellana ante la cercanía—. La boca.
