BV.1 Introducción

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BLACK VELVET

By Ayame Du Verseau


Disclaimer:

Los personajes de CC y SS no me pertenecen, si no a sus respectivos autores y a quienes hayan pagado derechos sobre los mismos. De ser míos, las historias serían MUY diferentes X-D

Míos son los demás personajes, así como la historia aquí narrada; basada en el anime de Candy Candy, y que tiene ciertas modificaciones que me eran necesarias. Obvio las canciones tampoco son mías, sólo fueron una maravillosa inspiración.

No tengo fines de lucro, es sólo para pasar un buen rato y tener al menos un terryfic más.

¿Aclaración? :-P

Esto es meramente por diversión y autocomplacencia, porque el final de la historia de Terry y Candy no me gustó y yo los quiero juntos y felices, y porque me encanta nuestro querido inglés y no me parece justo que sufra y sufra sin tener la culpa de nada.

Hay cameos de Saint Seiya por lo que esta historia tiene un poquitín de fantasía, pero dudo que se confundan o se pierdan; en caso contrario estoy a la orden para aclarar dudas, si es que alguien lee esto ¡Ja, ja!

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...

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Y se quedó de pie, frente a la ventana; los copos de nieve caían suavemente cubriendo poco a poco todo allá afuera. Sin embargo, el lugar más frío en ese momento no eran las blancas calles de Nueva York, no; para él el lugar más frío y desolado era su alma.

Hacía rato que había vuelto a su departamento, dejando a Susana al cuidado de su madre. ¡Dios, esa mujer lo estaba volviendo loco! Y la rubia en su silla de ruedas, con su expresión tan boba y su voz empalagosa apenas audible; recordándole lo "buena" que era y el sacrificio que hizo por el... Apenas soportaba su presencia.

En esa escalera del hospital dejó su vida. Ahí, abrazado a la cintura de Candy dio su último suspiro, casi pudo escuchar cómo su corazón salía de su pecho y caía roto en mil pedazos a los pies de su pecosa. Una despedida cruel, injusta... Él no pidió el sacrificio de la Marlowe, él no hizo nada para que ella se encaprichara con él, y ahora ¿Tenía que quedarse a su lado? Se sentía como atado a una roca, encadenado a un peso que como él mismo pensó antes, era como plomo en sus brazos; no solamente por la carga enorme, sino porque sentía que le quemaba por dentro, dejando su interior en cenizas, un desierto infértil.

Caminó por las habitaciones de su pequeño departamento, ahí, donde la risa de su hermosa señorita pecas había inundado de luz y alegría su silencioso espacio. Paseó habitación por habitación, alejándose cada vez más de su vida. Sus sueños e ilusiones se quedaron en algún rincón; y él, él se sentó, finalmente agotado, roto y descompuesto.

Él, el deslumbrante artista de talento nato e indiscutible y arrebatadora presencia, no encontraba consuelo.

Tentado estaba de salir corriendo y beber hasta perder el sentido, porque la cordura ya lo estaba abandonando a su suerte hacía rato. No, no podía fallarle a ella, su mona pecosa que tanto lo había regañado por fumar y beber. ¡Pero necesitaba desahogarse! Quizá la armónica... La sacó del bolsillo interno del saco, ya que jamás se separaba de ella, pero al colocarla en sus labios la sintió tan fría... sus manos temblorosas la alejaron de su boca. Ella se la había regalado, para él ahora era un tesoro mucho más valioso e intocable, como el amor que una vez soñó.

Esa chica había aparecido de pronto un día y simplemente se había robado su corazón. Poco a poco reemplazó su soledad y oscuridad con su compañía, su amor y su luz... Y se volvió indispensable para él, y se convirtió en su mundo entero, en su universo, y ahora...


Las lágrimas que habían estado luchando por liberarse finalmente vencieron, y triunfantes surcaron su hermoso rostro, yendo a caer sobre sus manos empuñadas que aún sostenían el pequeño instrumento plateado. Los zafiros más bellos estaban ahora apagados.

I. Black VelvetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora