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NI SE TE OCURRA CRUZAR LA LÍNEA

NATHAN.

Qué cabreado estaba.

Pero antes de hablar sobre mi cabreo, echemos un poco la historia hacia atrás porque estoy seguro que se estarán preguntando qué rayos estaba discutiendo con Keith.

Todo empezó en la mañana cuando...

Ok, no tan atrás.

Todo empezó en la noche cuando estaba a solas viendo las estrellas con Addie. Por primera vez desde que nos conocimos, sentí que Addie me estaba mostrando su verdadero «yo». No era un «yo» amargado, desubicado o loco de remate. Era un «yo» agradable, jovial y fácil de conversar. Se trataba de una mujer de carácter fuerte porque así la vida y su carrera la habían moldeado, pero eso no impedía que pudiese hablar como cualquier otra chica de su edad. Era una chica inteligente, talentosa, llena de virtudes. Demonios, me gustaba esa mujer. Tenía que admitirlo de una vez por todas.

Por ello me sentí más maravillado mirándola a ella que a las estrellas y me dejé llevar. Si tan solo Keith y Zoey no nos hubiesen interrumpido, estoy seguro de que Addie y yo hubiésemos compartido un beso.

En fin, la cuestión es que dormí terrible esa noche. Primero porque no dejaba de pensar en ese pequeño momento que ella y yo habíamos tenido, y segundo porque Keith era un pésimo compañero de camping. Dormí con prácticamente todas sus extremidades encima mío.

Me quité todas las extremidades de encima y salí de la tienda de acampar porque necesitaba aire. Me estaba asfixiando.

Inmediatamente vi a Addie discutiendo con su hermana, por lo que me alejé lo mayor posible. No sé por qué, pero Keith me siguió y aproveché para desahogarme con él:

—¿Y ahora qué demonios pasa?—me dijo él un poco fastidiado.

—¿Podemos hablar? ¿De hombre a hombre?

—Sí.

—Y si me parto, me pegas.

—Si te partes, te pego, sí.

Suspiré.

—Creo que... me gusta Addie.

—NO—replicó Keith con sarcasmo.

Le pegué en el hombro. Él se quejó. Miré de reojo y noté que en la distancia Addie y Zoey también parecían discutir, así que bajé la voz.

—Anoche casi la beso—confesé a Keith porque igual necesitaba desahogarme—. ¿Qué hago?

—Pues lo normal: ve, dile que te gusta y luego pueden acostarse o algo así.

—¿No se supone que debería ir despacio, evaluar el terreno y entonces pensar si decírselo?

Keith me golpeó en la cabeza.

—¿Cuántos años tienes? ¿Diez? ¡Ve, dile que te gusta y se acuestan!—exclamó—. «Ir despacio...» Como si no hubieses estado a punto de morirte hace poco.

Aunque Keith tenía sus maneras de decir las cosas, sonó lógico lo que él dijo por primera vez en nuestras vidas. Así que me armé de valor y decidí ir directo a donde Addie a soltarle toda la verdad.

Empoderado, como si nunca hubiese tenido cáncer en la vida, fui directo a donde ella, a lo que ambas se callaron cuando yo llegué.

—Hola—dije.

Lecciones en el amorWhere stories live. Discover now