Capítulo 10

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La princesa había decidido quedarse en su hogar. Un día de ausencia probablemente no significaba mucho ya que todos los días las cosas le parecían iguales, sin embargo pasó por primera vez muchas horas sin su familia y ello le hizo extrañarles. Volvería a ir a la comarca por la noche.

Sentía su cuerpo algo adolorido durante la mañana al levantarse. Seguramente era por haber caminado tanto durante todo el día anterior.

No hizo mucho durante la mañana. Charló con su madre, practicó piano durante el medio día, leyó un poco y tomó el té de las cinco con sus padres. Estaba ansiosa por salir, pero había estado pensando durante todo el día si debía salir durante la noche y dormir en el bosque. Era extremadamente peligroso pues había visto al hombre lobo y podía conseguirla mientras descansa y comérsela, pensó.

Cuando llegó la noche, Emilie decidió probar con lo que tenía previsto. Descansó en su cama, esperando que pasara la noche y se acercara el amanecer. Se quedó dormida y cuando despertó, vio que todavía era de madrugada.
- Es momento de salir –Se dijo a sí misma.

Tomó sus cosas y se bañó con la oscuridad de la noche hasta que se hizo invisible. Siguió el mismo procedimiento que la vez anterior y logró salir al bosque. Aún se sorprendía al ver como las tonalidades de su piel cambiaban al atravesar el muro que rodeaba el castillo. Bajó con bastante nerviosismo el bosque, mirando a los lados para corroborar que el hombre lobo no estaba cerca y prosiguió.

Cuando estaba a punto de llegar a su destino, los primeros rayos del sol bañaban las copas de los árboles. Estaba amaneciendo y con ello, comenzando un nuevo día en la comarca. Los vendedores exhibían sus pintorescos productos. Emilie se sentía más preparada que el día anterior, por ello caminó por lugares que antes no había visto. Jugó en las pequeñas apuestas locales, saboreó un fresco pan recién hecho, compró varias manzanas, saludó a la señora del restaurant en el que había estado hacía un par de días y siguió andando. Nuevamente el día se había pasado rápido.

Al momento de querer volver sintió que alguien le seguía. Volteó y no vio a nadie. Continuó caminando y escuchó unos pasos a sus espaldas. De nuevo giró y pudo observar a varios metros de distancia al hombre de la espesa barba negra que le había robado. Se había asustado ya que no sabía que tan peligroso era, aunque si tenía idea de su agilidad.
Corrió con todas sus fuerzas por el bosque a pesar que le seguía doliendo el cuerpo por haber caminado tanto hacía dos días. El bandido le siguió al tiempo que le gritaba que se detuviese. Ella miró a sus espaldas y allí estaba él, a unos pocos pasos. La tomó del hombro y la jaló hasta hacerla caer.
- ¡Pagaras por lo que me hiciste! –Amenazó.
- Déjeme en paz, usted recibió su merecido porque no debe robarle a los demás.
- No sabes nada de pasar tiempos difíciles –Y ordenó- ¡Entrégame tu dinero!
- ¡No lo haré! –Respondió, aunque sabía que no lo necesitaba. Sin embargo sintió que no podía permitir que alguien abusara de una persona débil. Sentía que debía rehusarse a tal injusticia.

El hombre forcejeó con ella para quitarle su saco. Pasaron pocos segundos, pero por lo rápida que fueron las cosas, parecía que fuesen minutos. Ya que esta se resistía, le volvió a empujar hasta dejarla fuera de combate. Emilie se sentía cansada y éste pudo por fin quitarle su dinero.
- Niña tonta, ¡no debes meterte con Gaspar el de la barba negra! –Gritó triunfante.

El lugar se iluminó repentinamente y salió el feroz lobo detrás de la princesa. Ella estaba tan aterrada que no se movió. El hombre huyó mientras que el lobo le seguía, hasta hacerlo caer. Gaspar logró escapar y la criatura se acercó a la joven temerosa. Era un ser de gran altura y parecía estar rodeado por un extraño brillo a su alrededor.
- ¡Me va a comer! –Pensó ella.

La bolsa de monedas cayó a sus pies.
- Esto es tuyo –Dijo el hombre lobo.

Quedó boquiabierta cuando le escuchó hablar.
- ¡Puedes hablar! –Dijo con sorpresa.
- Si, puedo hacerlo... -Respondió, dándole la espalda.
- ¡Espera! –Gritó con sus ojos brillantes y mejillas ruborizadas a causa de lo agitada que estaba- Gracias.
- ¿Por qué me agradeces? –Preguntó la criatura, volteando repentinamente.
- Por salvarme... te lo agradezco.

El hombre lobo se alejó lentamente y Emilie le siguió.

- ¡Espera, por favor!
- ¿Qué quieres? –Preguntó bruscamente.
- ¿Cómo te llamas? Pensaba que eras una criatura terriblemente mala que quería comerse a los humanos.
- ¡¿Qué te sucede?! –Preguntó con intimidación- ¿Acaso no me temes?
- Pues no... -Respondió con timidez- Eres grande y aterrador, pero no pareces ser malo.
- No soy bueno, desde que tengo memoria –Respondió abandonándole nuevamente.

La joven corrió detrás de él.
- ¡Espera, por favor! –Rogó- ¡Tengo manzanas!

El hombre lobo se detuvo y le miró. Éste aceptó y se sentaron junto a un gran árbol de baja altura. Emilie ofreció su cesta y la criatura devoró los frutos a gran velocidad.
- Parece que te gustan mucho –Comentó sonriente.
- Hace tiempo que no comía algo tan delicioso –Respondió limpiándose el hocico con sus grandes garras.
- Mañana te traeré más.

Él no contestó, pero se sentía a gusto con su ofrecimiento.
- Debo irme. En verdad te agradezco por protegerme –Y le sonrió.
- No fue nada –Respondió dándole la espalda.
- Bajaré a la comarca muy temprano, antes que salga el sol.
- Eres demasiado ingenua –Comentó en voz baja- ¿Por qué confías en mí? Soy un monstruo peludo. La gente me teme y piensa que los voy a devorar.
- No creo que seas así –Respondió temerosa.
- ¿No te doy miedo? –Preguntó.
- Eres muy intimidante, pero no creo que seas malo –Aseguró.
- ¿Qué te hace pensar eso? –Gruñó.
- Porque me salvaste la vida –Respondió con su mirada brillante.

Emilie llegó hasta el castillo. El hombre lobo no le había acompañado hasta allí. Entró silenciosamente y logró ingresar a su habitación sin que nadie se percatara. Al llegar a ésta se encontró nuevamente con su reflejo para que le pusiera al tanto de lo que había sucedido durante el día.
Si no hubiese sido porque se encontró con el hombre lobo, habría tomado la decisión de quedarse el día siguiente en el castillo. Pero se sentía demasiado emocionada como para esperar.

Emilie y el Hombre LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora