einundzwanzig.

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sesenta y dos horas en aislamiento.

Un fuerte dolor de cabeza atacó a Emilio al momento de despertar. Ya había perdido la noción del tiempo. El haberse desmayado le hizo perderse.

Su estómago dolía, no había ingerido nada desde la noche anterior al día del encierro. Estaba hambriento, su garganta se sentía seca y rasposa.

Su amigo, Diego Valdés está intentando todo lo que puede para ayudar a Emilio, hizo mil llamadas, hablo con muchos de los prisioneros, para que alguno declare para ayudar al jefe. Pero todos le tenían miedo, lo respetaban y también lo odian y le tienen cierta envidia por el poder que tiene. Aunque el famoso Marcos siempre ayuda a los más débiles, sólo es violento con las personas que se encargan de hacer la estadía pesada. Con las personas que lastiman a los demás sólo porque si.

Como dijo Joaquin, él no es malo, simplemente no le prestan la atención. Nadie se tomo el tiempo suficiente de escucharlo, conocerlo. Simplemente se encargan de juzgarlo por los comentarios. Se creen todos los rumores y lo encasillan como una mala persona. Pero no lo es. Si tan sólo lo conocieran...

Los guardias se habían encargado de vigilar totalmente la celda de Marcos; no querían que nadie, ni siquiera su mejor amigo lo pueda visitar.

setenta y seis horas.

-¡Maldición! No pueden negarle el derecho a la comida. Es un ser humano.- Exclamó Diego a uno de los guardias que le impedía entregarle un plato con comida a Emilio. Era conciente de que su amigo claustrofóbico está encerrado en un lugar que no mide más de tres metros cuadrados y tampoco recibió nada para tomar, nada para comer. Es algo totalmente superfluo* que ni la peor persona se lo merece.

- Valdés no estorbes.

-Denle comida a Marcos, maldita sea.

-Luego.- respondió el guardia ignorando la presencia de Diego en el lugar.

Rendido y enojado, se resignó y salió del lugar.

Trataría encontrar una distracción para que los guardias dejen algunos minutos la celda de aislamiento donde se encontraba Emilio para poder llevarle algo.

setenta y ocho horas

- Joaquin, ¿Puedes quedarte quieto? Me estas poniendo de los nervios. ¿Qué te pasa?

-Nada.- respondió tomando asiento en la cama. Aunque a los dos minutos volvió a ponerse de pie, caminando en círculos, con su mano entre sus labios, mordiéndose las uñas.

-Ya basta, me canse.- Pronunció Nikolás poniéndose de pie para acercarse a Joaquin.- ¿Qué te pasa, Joaquin?

-Se llevaron a E.. Marcos a aislamiento, Niko. Se lo llevaron inconciente luego de golpearlo.

-¿Por que? ¿Qué hizo?

-No lo sé Niko. No sé nada. Solo vi como se lo llevaron.

-¿Por que te preocupa tanto? Dejalo, algo habrá hecho. Siempre busca problemas.

-No hables así de Marcos. No lo conoces.

-¿Que se traen? ¿Por qué lo defiendes, Joaquin? Tu haz visto como golpea a los hombres sin piedad.

-A los hombres que lastiman a otras personas. Nikolás no puedes pretender conocer a una persona según más acciones que los demás hablan. No puedes afirmar su actitud solo por rumores, por favor. No lo conozco totalmente, pero es mi compañero de celda, convivo con el. Y se que sus intenciones no son malas. Aprende a no juzgar a las personas sin conocerlas.

-lo siento.- susurro Nikolás.

-No, no lo sientes. Dejame solo por favor.

-Joaco déjame acompañarte.

mi pequeño prisionero  | EmiliacoWhere stories live. Discover now