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Joaquin

—Estoy aquí hace 4 años, mi casa se quemó y me culparon a mi. Yo no hice nada.

—Es injusto, nosotros no hacemos nada malo y acabamos aquí; las personas malas hacen cosas malas y siguen allí afuera.

—¿Cuál es tu causa? —Niko me preguntó tomando asiento junto a mi en el césped del pequeño patio.

—En un principio me llamaron a declarar por apropiación de tierras, pero cuando quisieron hacer las pericias en ese lugar, me inculparon de homicidio. Tengo la esperanza de que no cierren la causa, aun espero que encuentren las pruebas suficientes para demostrar que yo no maté a ese hombre ni mucho menos robe sus tierras.

—Espero que asía sea, aunque te recomiendo que aquí dentro no cuentes todo a quien no sea de confianza. Yo soy de confianza, puedes contarme lo que sea. Pero aquí quien es débil, lo será siempre. Están los malos y los débiles. No hay punto medio, cuidate. Sobre todo del jefe y sus súbditos.

—Es un poco extraño —Joaquín frunció el ceño.

—¿Qué cosa? —. Preguntó.

—Todo esto, he visto películas, series y me he imaginado muchas veces cómo sería una prisión. Pero estar dentro, vivir todo, es diferente.

—Lo es —Ninguno dujo palabra, adentrandonos en un silencio cómodo.

—Oye.

—mhm? —respondió Niko mirando el cielo a través del techo enrejado.

—¿Por qué le temen a mi compañero de celda?, ¿Por qué le dicen el jefe?

—Se comenta que es muy peligroso, sus causas son graves, tiene poder. Y no duda al momento de dejarte en un hospital si lo molestas. Es un tipo peligroso.

—¿Por qué está aquí en primer lugar?

—Realmente no lo sé, sólo sé que encabeza una mafia poderosa.

—Pero no llega a los treinta años —dijo incrédulo. ¿Cómo podría alguien tan joven encabezarnuna mafia?

—Lo sé... —susurró —. Oye tengo hambre, ¿Vamos a la cafetería?

—Vamos —ambos se pusieron de pie y se dirigieron al lugar.

Una vez allí pude ver la fila, había una gran cantidad de prisioneros delante nuestro.

—Si quieres ve a buscar lugar, yo te llevo la charola.

Está bien, gracias —se alejo de él, observo el lugar buscando un asiento libre y se dirigió a la única mesa que se encontraba vacía, esperando a Niko.

Joaquin sintió un dolor en mi cabeza luego de que alguien lo haya golpeado. Se giró rápidamente, sobandose su cabeza  para ver a su compañero de celda detrás de él junto a 2 hombres

—¡¿Qué te pasa?! ¿Por qué hiciste eso? —. Gritó.

—Esta es mi mesa, vete —-el menor pudo ver a Nikolas acercarse con dos charolas de comida, pero detuvo su paso al observar a su compañero. Le hizo una seña para que se acerque y lo hizo dudoso.

—No tiene tu nombre.

—Es mi mesa, vete —ignorando Marcos, tomó una de las charolas que Niko traía y comenzó a comer el asqueroso puré que contenía.

—¿Eres sordo o qué? Que te vayas niño

—Oye ¿Quieres puré? Sabe horrible —dijo en respuesta y logró ver como su mandibula se tensaba.

—Quieres volver a dormir en el piso temblando como un perro abandonado en la lluvia, ¿Verdad?

—No, sólo quiero comer sentado en el único lugar vacío de esta cafetería, si gustas puedes tomar asiento. No muerdo ni golpeo, como tú.

Lo próximo a esto fue que su cabeza estaba pegada a la mesa. De un movimiento brusco, lo empujó, dejando su mejilla apoyada en al metal frio. Con su puño golpeó la mesa.

—Te di la oportunidad de elegir irte, te lo pedí mas de una vez. Si no quieres cooperar no me va a importar que seas el nuevo. Voy a romper cada uno de tus frágiles huesitos, ¿Entiendes? No aprendiste con la lección de anoche. Vas a conocer al verdadero Marcos —. Susurró en su oído. Levantó su cabeza para volver a golpearla sobre la mesa y el golpe logró marearlo.

—Ven, vamos  —. Niko lo tomó del brazo para alejarse de ahí —¿Estas loco? ¿No escuchaste lo que te dije?

—Pensé que no me haría daño.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó incrédulo—. Que seas su compañero de celda no te salva de él. Que seas su muñeco te slava de los otros prisioneros, pero de Marcos no te salva nadie, amigo.

—¿Por que todos dicen que soy su muñeco? No lo soy

—Recuerda sus palabras —luego de responder, caminó por el pasillo alejandose de él.

**

Se encontraba caminando por la prisión tratando de conocer los lugares, se dirigía a la oficina de un guardia para preguntarle sobre las salas de recreación, en busca de alguna actividad que pueda tomar para ocupar mi tiempo libre, él le dio un horario con distintas actividades interesantes y pudo decidirse por  una.

Luego de eso, se encaminó hacia la enfermería para pedir un medicamento que aliviara el dolor de cabeza que le había provocado el golpe que se dio con la mesa.

Pasadas las horas, decidío volver a la celda para descansar, la puerta de metal estaba abierta, se quedé en la puerta en silencio, Marcos estaba dándole la espalda, gritándole a un celular. Se supone que no están permitidos aquí.

—¡No me pidas que me calme! —escuchó que gritaba—. ¡Lo prometiste, maldita sea! Estoy haciendo esto por tí, pero ya estoy harto. Dijiste que sería rápido —se quedó en silencio, escuchando la respuesta—, me repites eso hace dos años. Ya no soy un niño. Haz lo que sea necesario, ¡Pero hazlo! —. Luego de pronunciar esas palabras, arrojó el celular a la cama y apoyó su cabeza en la pared de la celda. De repente se alejó de ella y comenzó a golpearla con violencia, gritando y llorando. Joaquin al verlo se acerco a él sin dudarlo y lo tomó de los hombros para separarlo de la pared

—Marcos, Marcos escúchame —él sólo forcejeaba para alejarse del mejor, pero pasó sus brazos por debajo de sus hombros, dejándolos en su espalda atrayendolo a su cuerpo en un abrazo—. Marcos cálmate, te haras daño, por favor —seguía abrazandolo con fuerza, susurrandole que se calme, hasta que aflojó sus hombros, correspondiendole el abrazo; apoyó su cabeza en el cuello de Joaquin y lloró desconsoladamente, lo único que el meno pudo hacer, fue abrazarlo en silencio, esperando que esté mejor.

—Ya está, estas bien. Traquilo —al escucharlo sollozar, sus lágrimas amenazaban con caer.

Estuvieron así unos largos minutos, una vez que se calmó, se separó de él y lo miro con los ojos rojos de tanto llorar.

—Si le dices a alguien sobre esto eres niño muerto —se acercó al lavabo para mojar su rostro.

—Tranquilo Medusa, tu secreto está a salvo conmigo —. Lo miró confundido, guardó su celular debajo de su cama y salió de la celda.

Al encontrarse solo se dirigió hacia su cama y sobre ella había una bandeja con comida;  recordó que no había almorzado por el pequeño inconveniente en la cafetería. Tal vez no sea una medusa.


——

mi pequeño prisionero  | EmiliacoWhere stories live. Discover now