Princesa

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NdA: ¡hola! No he querido publicar nada muy largo (de momento) porque estoy centrada en los exámenes que tengo en diciembre y en otros trabajillos, pero llevo malita desde ayer y se me ocurrió escribir algo cortito sobre Inosuke y Zenitsu para pasar el catarro. Es un pelín tóxico. He pensado en hacer una segunda parte, pero tal vez se quede así. ¡Espero que te guste! C: 

Disclaimer: Kimetsu no Yaiba es de Koyoharu Gotōge. Tienes el Twitter de la autora de la imagen que he usado para la portada en la descripción y en el enlace externo.

 Tienes el Twitter de la autora de la imagen que he usado para la portada en la descripción y en el enlace externo

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Inosuke tenía un problema con Zenitsu.

Bueno. Siendo honestos, tenía varios, pero había uno que sobresalía por encima de los demás y se llevaba la palma, que le desquiciaba particularmente porque no se resolvía amenazándolo de muerte o propinándole un puñetazo en la boca del estómago. Inosuke desconocía cómo ponerle remedio, dónde asestar el hachazo para arrancar la mala hierba de cuajo.

Zenitsu hablaba demasiado.

A lo mejor Inosuke no era el más indicado para quejarse, porque le costaba sacarse los pensamientos de la cabeza y convertirlos en sílabas concatenadas sin gritarlas a voz en cuello. Tenía presente que eso podía resultar irritante. De acuerdo. Pero estaba plenamente convencido de que si alguien se tomara la molestia de medir los minutos diarios que Zenitsu y él dedicaban a hablar, su amigo le sacaría muchísima ventaja.

Debía tener algo estropeado en el cerebro. Eso debía ser. A Inosuke le daba la impresión de que funcionaba con más rapidez que el de la gente normal; de que a Zenitsu se le ocurrían demasiadas ideas para poder procesarlas una a una y su válvula de escape consistía en escupirlas, vomitarlas sin orden ni concierto para no explotar de dentro hacia fuera. Sería más soportable si la mayoría de esas ideas no fueran majaderías, sin embargo.

Chicas. Miedo. Chicas. Miedo. Esos dos conceptos formaban el tándem de la estridencia e Inosuke estaba harto de tener que lidiar con disertaciones interminables y sin sentido que se sintetizaban en que las chicas tenían dos pechos y dos nalgas.

Los chicos también tenemos dos nalgas y dos pechos, imbécil.

Puede que antes no le afectasen tanto sus alegatos y su patente interés por las chicas, pero ahora le resultaban violentos e insufribles. Ambos se habían manchado las manos de sangre y visto morir tanto a aliados como a enemigos. Inosuke lo había sobrellevado todo como había podido, pero escuchar el incesante parloteo de Zenitsu sobre ciertos asuntos lo desestabilizaba.

Y luego estaba aquello otro. A Inosuke no le importaba que en ocasiones se refiriese a él como "jabalí", porque estaba orgulloso de serlo, pero había algo en la forma que Zenitsu tenía de llamarlo "pestañas largas". Una sombra taimada que se cernía sobre el mote y le hacía sentir incómodo. Al principio saltaba como un resorte siempre que Zenitsu usaba aquel apodo, porque lo primero que había manifestado cuando se habían conocido era el asco que le daba la combinación que constituían su complexión muscular y su rostro, y se sentía atacado porque le daba la impresión de que viniendo de Zenitsu, cualquier alusión a su físico (que no guardase relación con su fuerza o su flexibilidad) encerraba propósitos humillantes. Inosuke no acababa de comprender de qué se trataba, pero reconocía una afronta cuando la tenía delante, y no estaba dispuesto a dejarla correr.

Princesa (InoZen)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum