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Era un día gris. No había parado de llover, desde la madrugada caía un diluvio horroroso. Las personas corrían con sus paraguas e impermeables de ahí para allá, alteradas por no querer mojarse pero teniendo que llegar su destino. Otros se habían quedado debajo de algo que los cubriera, esperando que al menos se calmara un poco, otros con un poco más de suerte que tenían carro y podían ir y venir secos a donde fuese su destino. Y luego tenemos a una pareja fuera de lo común, caminando tranquilamente, empapados de pies a cabeza hacia una heladería. Lo normal en un día como ese.

Entraron a la heladería escurriendo completamente, cada pisada era un charco de agua nuevo. El local estaba desierto como era de esperarse, los pocos que trabajaban ahí los observaron extrañados.

– Hola, buenas —hablo el pelinegro— ¿Me puede dar un bote de chocolate con menta?

– Yoonie —dijo el rubio, quien estaba colgado del brazo izquierdo del mayor— ¿Podemos llevar también un pequeño de frambuesa?

– Está bien, un bote pequeño de frambuesa también por favor.

La chica que estaba en el mostrador encontraba la situación muy absurda. ¿Que persona normal y cuerda salía con esa tormenta a comprar helado, sin paraguas y a penas unos suéteres que parecían no ser muy gruesos?. Al parecer que esos chicos no eran normales.

Fue al frigorífico, sacó los dos botes y volvió al mostrador. Pudo ver como el rubio se emocionó en grande cuando los botes de helado aparecieron en su vista mientras que el otro chico parecía tener más ganas de largarse de una vez que de los helados que había pedido. Parecían dos polos opuestos. Metió los botes en una bolsa y se los entrego.

– Son 8 dólares.

—el pelinegro intento secar sus manos húmedas en sus ropas, pero se dio cuenta que estas estaban igual o peor. Bufando tomó una servilleta que estaban colocadas en el mostrador y se seco las manos para luego sacar su billetera de una pequeña mochila que llevaba colgada— Tenga, gracias.

– Adiós~ y gracias —dijo el rubio moviendo su mano eufóricamente con una sonrisa en su rostro muy brillante— Yoonie, ¿diste las gracias?

– Si sí las di —dijo ya caminando de nuevo a la puerta de la heladería.

– ¡Espera Yoonie, no me abandones!, tengo frío y eres mi única fuente de calor.

– ¿Quien fue el que quiso salir en medio de la tormenta por helado? —regaño el mayor, aun así espero al rubio hasta que volviera a enredarse en su brazo.

– Pero siempre es momento de helado —dijo sonriendo.

Y así la chica del mostrador vio como la pareja se iba del lugar en su mini discusión que siertamente era muy tierna.

Llegaron al depaetamento al fin, otra vez chorreando todo por completo. Se habían quitado los zapatos desde que entraron al elevador e incluso los calcetines, al entrar los dejaron en un mueble especial para ellos y se adentraron.

– Ni se te ocurra sentarte en el sofá con esas ropas. Ahora mismo tomamos una ducha caliente y te pones algo abrigado —sentenció el chico con tatuajes.

El rubio iba a renegar pero la verdad era que se moría de frío y una ducha caliente no sonaba nada mal. De solo pensar en lo caliente que estaría el agua se le erizo su piel fría, así que sin ningún pudor comenzó a sacarse la ropa una por una mientras caminaba hacia el baño.

– ¡Minnie! —grito su novio desde la cocina, donde estaba guardando el helado— ¡No dejes la ropa tirada ahí, estas mojando todo el piso!

Sábanas [Myg & Pjm]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora