—Ya que estamos aquí, podemos ir a tomar algo. ¿Te apetece?

Pamela arruga la nariz.

—¿Puedo escoger yo? —contesta al fin.

—¡Por supuesto!

—Pues acompáñame ―le incita―. Por cierto, ¿cómo está Jota? —continúa fingiendo un vago interés.

—Bien, supongo... bueno, ya conoces a Jota, tiene sus momentos.

Ella gira el rostro con desdén.

—¿Y en qué momento está ahora?

—Está en una de esas etapas suyas: ausente. Hace días que apenas habla conmigo y eso que vivimos bajo el mismo techo.

—¿Crees que está planeando algo?

Javi niega con la cabeza.

—Creo que está reflexionando sobre algo, pero ¡a saber! Estar en su mente es muy difícil.

Pamela cambia su expresión. Sus ojos brillan esperanzados.

Javi parece intuir por dónde van sus pensamientos y la hace bajar rápidamente de las nubes:

—No te hagas ilusiones... no creo que tú tengas algo que ver en su cambio de actitud.

Pamela le mira con severidad.

—No sé a qué te refieres... —comenta con indiferencia, pero sus mejillas la delatan al enrojecer.

—Creo que sí lo sabes... de todos modos, deberías centrarte un poco más en mí. Él es él y yo soy yo, y ahora estás conmigo.

Pamela alza su mirada azul para toparse con la de él; Javi no le pasa ni una, no es como la mayoría de chicos que conoce, él va de frente y no se anda por las ramas.

Entran en Ethniko, un moderno bar restaurante del centro conocido por la decoración atípica de sus platos y su excelente café.

Las robustas paredes de piedra, las mesas de madera tratada simulando cortezas de árbol y las lámparas de hierro forjado que cuelgan del techo, los traslada a otro lugar: un mundo mítico e inexplorado.

Se sientan en las sofisticadas sillas de madera y caña y piden un café.

—Estoy planeando una importante carrera en el descampado. Eres la primera a la que se lo digo. ¿Vendrás?

—¿Quién corre?

—Yo.

—¿En serio? —pregunta con incredulidad—. ¿Jota te deja el coche?

—¡Ni hablar! —Ríe—. Voy en mi propia chatarra.

Pamela sonríe. Javi piensa que es la sonrisa más bonita del mundo, pero no se lo dice.

—Seguramente estás pensando que mi coche es incapaz de recorrer tres metros sin que nadie lo empuje, y es verdad. Pero esa es la idea, que esos tíos se dejen guiar por las apariencias, tengo preparado un truco final para dejarlos a todos boquiabiertos.

—¿Qué es?

—No te lo pienso decir, ¿vendrás a verlo?

—¡Claro! ¿Por qué no? Tú avísame cuando sea el encuentro.

Javi ríe ilusionado. Ahora tiene un motivo más para ganar la carrera.

—Me gustaría que apostaras por mí, esta vez gano fijo.

—Si estás tan seguro... —arrastra las palabras, poco convencida de que pueda conseguir algún triunfo.

—¿Lo dudas?

JOTAWhere stories live. Discover now