« Capítulo quinto »

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—Pensé que debía requerir una brigada para su búsqueda. Sorpresa su puntual llegada al palacio —rompió el silencio Calum, dándole una mordida a su manzana. Estaba sentado en un taburete dentro del gran estudio de los modistas reales. Su hermana ya había tenido la sesión respectiva y su vestido de tonos celestes estaba siendo retocado en uno de los extremos del gran salón.

El príncipe se ubicaba frente a grandes espejos que le permitían observar cada acción de uno de los modistas. Tenía sus brazos extendidos a sus lados para que pudieran ajustar la chaqueta que utilizaría junto a su traje.

—No puedo negar que tuve una entretención en el camino, pero preferí dosificarla para los siguientes días —sonrió Luke recordando la amena charla que había tenido hacía unos minutos. Calum arrugó su ceño, curioso.

—¿Es posible saber a que entretención se refiere, príncipe? —preguntó con curiosidad el guardián real, sacando el cinturón donde guardaba un par de armas de uso rápido ante cualquier amenaza, así estaba más cómodo.

—Decidí recorrer el reino y llegué hasta las hectáreas de plantación. Subí las colinas del oeste en las cuales un río toca. En aquel lugar me topé con un joven —el príncipe bajó los brazos y se volteó, con intenciones de tener un cara a cara directo con Calum y no solo tener un contacto visual con el espejo.— El príncipe Michael Clifford del reino de Mount Isa.

El guardián no pudo evitar comenzar a toser por la sorpresa. Aquello no se lo esperaba ni en un millón de años, por eso uno de los sirvientes de aquel salón, se acercó hasta él para dar palmaditas a su espalda, con intenciones de calmarlo.

—¿¡El príncipe Michael!? —preguntó en un chillido luego de calmarse.

El príncipe volvió a observar al espejo y dio las instrucciones a que los modistas continuaran.

—En un principio fue un desafío reconocerlo. Se me hacía demasiado familiar sus facciones y su presencia, pues no nos hemos visto en 3 años y nuestro contacto se ha limitado a cartas que nos escribimos, agregando el factor extra que nuestra pubertad nos golpeó. Esperé con paciencia a que se presentara mientras la conversación continuaba, y cuando dijo que su nombre era Harry, recordé que en una de nuestras tantas cartas él mencionaba que su servidor personal se llamaba Sir Harry. Até cabos y pude descubrir que se trataba del príncipe Michael, aunque él insistía en continuar con su engaño —explicó el príncipe. Al terminar su historia, su guardián real reía ante las ocurrencias del heredero al trono.

—Vaya que sí se trató de una entretención. Al final, ¿cómo acabó todo? Su regreso fue muy temprano, contemplando el reencuentro con uno de sus amigos más cercanos.

—Él insistió en que se quedaría en la ladera de las colinas, a un lado del río y me invitó a regresar mañana. Planeo volver y actuar como si no supiera su verdadera identidad...

Las palabras del príncipe fueron interrumpidas por el incesante toque a la puerta del salón y como, sin esperar respuesta, se abrió la puerta, dejándose mostrar una desanimaba Lauralie.

—Exijo una pausa y que se retiren los presentes a excepción de mi guardián, la princesa Lauralie, el caballero Ashton y sus damas de compañía —comunicó Luke con una fuerte voz y tono duro. Los sirvientes dejaron los elementos que cargaban en alguna superficie, hicieron una reverencia y se marcharon, dejando la puerta cerrada a sus espaldas.

El príncipe bajó del pequeño taburete de madera en donde se ubicaba para que hicieran los arreglos a su traje, y se dirigió a su hermana mayor con preocupación. Siempre odió que Lauralie estuviera desanimaba o triste.

—¿Qué sucede, Lauralie? —preguntó con preocupación, tomando una de las manos de su hermana para acariciar con ternura el dorso de esta, percatándose que en la otra, entre sus dedos tenía prisionera una carta.

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