Capítulo 34: Experto en el amor

8.5K 1.6K 410
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Tú... Eso... ¿Cómo lo sabes? —solté cuando al fin hallé mi voz.

Álvaro se encogió de hombros, restándole importancia. Estaba en un gran error si pensaba que con eso sería suficiente. Lo empujé para alejarnos e ingresar al local donde el resto del club no pudiera vernos. En el sitio había algunas mesas vacías, ocupé una al fondo que impedía dar con nosotros desde la ventana.

—Para empezar, soy paranoico  —se adelantó cuando ni siquiera formulaba la pregunta—,  lo suficiente como para sospechar de las coincidencias. Después de todo, no es extraño que Venado, es decir tú —me señaló con la cabeza. «¿Por qué tenía que ser tan reiterativo?»—, faltara a ambas reuniones y que tú te colaras accidentalmente. Claro que no sospechaba de ti al principio, pero sí de las motivaciones para que no se presentara. Incluso hice una lista.

—¿Una lista? —lo cuestioné sin creerlo. Álvaro sacó su celular para buscarla en notas.

—La primera opción era que fueras un delincuente, pasé de analizar las opciones de un secuestrador, estafador o hacker —repasó. «¿Hacker? A duras penas sabía cómo abrir Facebook»—. Pero después tomé otra línea, ocultabas un secreto. Si te costaba revelar tu identidad bien podía ser porque no eras lo que decías...

—¿Tía Rosy te metió la idea de la chica de quince años? —recordé. Él lo tomó como una burla hacia su persona porque el comentario había nacido originalmente para él—. Oh, no, no quise decir...

—También eres igual de imprudente que Venado, usas muchas de sus expresiones —comentó. Quise defenderme, no supe cómo —. Así que si eras quien decías —retomó la conversación—, significaba que te escondías de alguien dentro del grupo. Claro que solo era una teoría hasta que mencionaste lo de Europa, un dato que nadie fuera de esa aplicación conocía —reveló. Cerré los ojos, hasta para equivocarse había niveles—. Aunque incluso cuando te lo dije, hace un momento, me arriesgué a tu negativa. Tu reacción terminó de convencerme.

Ya era demasiado tarde para fingir demencia. Yo mismo me había colocado en ese aprieto.

—¿Les ofrezco algo? —se acercó la chica. Negué con un movimiento rígido de cabeza—. ¿Está bien, señor?

El club de los cobardesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora