MIEDO

6 1 0
                                    



Tic, tac. Tic, tac.

Ese sonido incesante, inquietante, sordo. Es el sonido que muestra que las horas van pasando lentas, expectantes, inquietas. Mostrando como el tiempo pasa sin sentimientos, sin titubeos, sin detenerse.

Miedo.

Es lo único que siento que me recorre el cuerpo. El corazón se acelera con el ruido de ese reloj y va en aumento, causando temblor y una extraña sensación que recorre mi cuerpo. Sin piedad, sin sentimiento, sin esperanza. Siento vértigo, como si cayese.

Me aterra.

No escucho nada a parte de esas inquietantes punzadas que suelta ese malévolo reloj que suena e indica lo que más miedo me da.

El tiempo.

Ese que se agota con cada pincelada de ese tedioso sonido. Para anunciar la llegada de algo. Inminente, supremo e imparable. Provocando que mi respiración se vaya deteniendo poco a poco, muy lentamente. No lo controlo, pero si me doy cuenta de ello. Sólo escucho el sonido del reloj y sorprendentemente me parece escuchar el sonido de mi corazón y respiración cada vez más lentos.

Odio ese reloj vacío y sin empatía. Le divierte verme sufrir, ver como con cada minuto que pasa, me voy apagando más, consumiendo, muriendo.

La piel se me eriza y empiezo a sudar. Es un sudor frío, doloroso, malvado. Que me muestra por raro o por increíble que parezca, que no hay salida. No puedo moverme. No veo nada. Todo está oscuro, vacío, no hay nada, solo ese sonido, y eso me lleva a cuestionar mi propia existencia en esa habitación. Como si estuviese pero a la vez, no. Soy como un espectro en una dimensión paralela. En mi consciencia sé que estoy en esa habitación de hospital, rodeado de esas personas que esperan, atentas y con sufrimiento, la llegada de esa visita que me espera. La llegada que ellos no pueden ver ni conocer aún, pero si ser presentes de lo que ocurrirá cuando llegue.

Sin embargo, en mi subconsciente, estoy en otro sitio, pero solo soy consciente del reloj, no sé si las personas que están a mi lado me están hablando. Puede, pero, quién sabe. Ni siquiera yo mismo soy consciente de si les estoy contestando si me estuvieran hablando. Tal vez, pero no me doy cuenta.

Algo empieza a ir mal, lo sé. Mi respiración se ralentiza aún más y me estoy dando cuenta de que me estoy ahogando, como si me asfixiara. Como si alguien me estuviese agarrando del cuello y me impidiera ese placer de expirar ese delicioso oxígeno que alimenta a mis órganos, a mi cuerpo y a mí,

Y lo noto. Es una sensación rara y extraña que remueve mi estómago, como si cayese en un pozo sin fondo. Sin esa colisión que acabe con todo. La muerte. El abismo.

No tiene forma, pero sé que está ahí, acechándome. Como cuando un león acecha a su presa. Sigilosa, con la sangre fría, aunque dudo siquiera que tenga sangre por sus venas. Tan cruel. Tan malvada. No le importa a quien se tenga que llevar. No le importa si es una madre, un hijo recién nacido o no nato, aún en el vientre de una desconsolada madre, que no entiendo por qué se lo ha llevado. Nada.

Me mareo, me duermo aún más en ese subconsciente. No sé qué me pasa o si esto es producto de mi imaginación, la cual, llena de miedo, antes de desaparecer por completo, quiere que vea algo. Y lo veo, veo todo por lo que he pasado. Veo mi vida. Y luego, nada. Solo un sabor amargo, melancólico, triste, sollozante. Una sensación extraña, nueva, pero a la vez, una por la que nadie tendría que pasar o al menos ser consciente de ella.

Me estaba convirtiendo en la nada de un todo anteriormente. Estaba dejando de existir, pero lo había hecho. Había existido aunque esa existencia no hubiese sido conocida infinitamente. Pero lo había hecho, tal vez desde un 0 al 1000, pero lo había logrado. Había estado presente en todos los números del 0 al 1000 aunque no hubiese sido del 0 al 1000000 o incluso más.

La Nada, era el vacío, era la señora de mis pesadillas más oscuras. Realmente era aterradora. Ella junto con la Muerte hacían un juego de ajedrez contra con la Vida y la Existencia. Ellas movían fichas. Nosotros éramos esos peones y armas en ese maldito juego de ajedrez. Aunque el Abismo acababa ganándoles a todas ellas.

Pronto voy dejando de escuchar ese sonido atroz e inquietante que remueve mi alma o al menos lo que quedaba de ella.

Poco a poco ese sonido se va ralentizando y mi cuerpo siente un cosquilleo. Finalmente me voy dejando caer aún más en ese abismo.

Al cabo de unos minutos, ya ni escucho nada y la Muerte me absorbe con gusto, despiadadamente y por completo consiguiendo lo que quería. Mi muerte. Y acabo convirtiéndome en lo que no quería. En eso que me aterraba. En la Nada, para formar parte del Abismo.

La muerte fue el Mate., la Nada, el Jacque y el Abismo abismo, el Jacque Mate.


MEMORIAS DE NOCHES EN VELAWhere stories live. Discover now