Detuvo sus pies en llamas cuando vio el móvil vibrar encima de la mesa de noche, empezando a sentir el sudor recorrer poco a poco por su frente y de las manos.
¿Era él? ¿No estaba bromeando? A pesar de haber propuesto la primera llamada amistosa tenía la gran ventaja de salir corriendo y quemar el móvil hasta no saber nunca más de su existencia, pero no le vio sentido maduro.

—Ah... No lo heches a perder, Amane... — susurró personalmente, armándose de valor para tomar el celular en sus manos y verificar la cuenta de mensajería del rubio enviándole la llamada. Perdió la cuenta de sus respiraciones que iban saliendo segundo por segundo, cuestionandose si le agradaría hablar con él a altas horas de la noche y con la voz de niño enfermo permanente de las cuerdas vocales. Era tarde para arrepentirse de esas tonterías, porque deslizó el botón de respuesta.

Maldecía por tener el peor día de su vida, o bueno, la costumbre de tener un caso nuevo de empeorar su suerte como un habitante más en la tierra.
Tan cansado de vivir lo mismo, la misma rutina...
Mejor dicho, había otra razón por cual mejorar el día. Conocer al moreno le traía una paz, diversión y estabilidad pura, sin odiarse o dirigirse palabras hirientes como lo hacia de costumbre con otras personas; Yū era distinto y era muy feliz de por fin conocer a alguien con quien sentirse en casa.
Desde que le había propuesto hablar por linea de voz estaba emocionado, jamás había tenido así de cerca a alguien con el cual compartir tus pensamientos sin ser juzgado o incluso soltar tus desahogos debido al mal día.

Sentía algo que le llenaba de felicidad, algo similar... A cuando estaba con Akane. Pero, ¿un chico? ¿No estaba mal?...

No podía esperar hasta llegar a casa, quería hacerlo de una vez y qué mejor en las calles nocturnas sin gente merodeando más que tu voz siendo escuchada por alguien valioso como lo era Yū.

Cuando por fin atendió la llamada, ambos corazones se detuvieron.

—...

—...

El silencio. Siempre un buen tema de inicio. Las manos le temblaban y no sabían como colgar, huir y borrarte de la faz de la Tierra.
Era tan sencillo, solo se trataba de una llamada telefónica común con una persona lejana que se convirtió en una valiosa amistad.

Mikaela no aguantó y comenzó con algo sencillo, tal vez así le podría inspirar confianza al contrario:

—Buenas, Yū-chan.

—Oye... Te dije miles de veces que dejes de llamarme así — bufó al otro lado, jugando con la orilla de su ropa.

Ese cálido sonido de su voz, le llenó más su alma de color.

—Incluso así te oyes más tierno, Amane.

—¡H-Hey! Voy a colgar si sigues molestándome con mis nombres.

El rubio soltó una suave risa, cautivando un lado de moreno que le aceleró el palpitar.

—Bien, bien. Lo siento, Yū.

El mencionado sonrió, y soltó un suspiro para abrir paso a su confianza.

— ¿Estás en casa? Tardaste un poco de la hora acordada, estaba... Un poco ocupado.

—¿Eh? ¿Interrumpí un deber?

—¡No! — gritó, tapándose inmediatamente su boca hasta llegar a las maldiciones de su estupidez natural. — Es decir... Ya acabé con ello, tengo todo el tiempo que necesites.

After Moon |MIKAYUU|Where stories live. Discover now