El libro viajero

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El libro viajero

Estoy seguro que todos habéis oído hablar del libro viajero. Que bonito, se deja un libro en el sitio más insospechado: El hueco de un árbol, en la parada del metro o en una cabina de teléfonos. El libro será recogido por una maravillosa persona que lo leerá con cariño y lo depositará en otro lugar, para que el susodicho manuscrito continúe su camino. La novela viajará de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad, en coche, autobús, tren, barco o avión y el mundo recorrerá...

Abro una nueva caja de libros, esperando vaciarla para dejar algo más de espacio en mi habitación y poderme al menos sentar. Cuatro cajas de mi novela La Reliquia hacen de escritorio, dos del Olfateador sirven de mesita, otras tantas sujetan el colchón, hay novelas encima del armario, debajo de la ropa en un cajón, detrás de las puertas de la cocina y del salón. Lleno mi mochila hasta reventar y debido al peso apenas puedo caminar. Salgo a la calle y empiezo a inspeccionar un lugar donde el primero liberar. En la parada de autobús dos marujas no me dejan de mirar, abro mi mochila y saco un ejemplar, pero me miran mal. No tienen pinta de lectoras... A lo mejor si se tratase de una revista del corazón o las memorias de Ana Rosa copiadas por su amigo escritor...

Llega el autobús, me hago el despistado, miro para otro lado:

¡Muchacho! ¿Vas a subir o me marcho? - Me grita el conductor.

Cuando por fin tengo una oportunidad, la parada se vuelve a llenar. Pensé que sería mejor irme a otro lugar, tal vez al centro de la ciudad, en Madrid tendré alguna oportunidad.

Subo al tren, camino de una punta a otra, buscando un vagón vacío donde soltar un ejemplar. Encuentro el lugar ideal y dejo La Reliquia en un asiento, luego me alejo cuatro o cinco metros y me siento a esperar. En la siguiente parada el tren se pone a rebosar, todos miran el libro, pero nadie lo quiere tocar. Aparece el típico yonki echo polvo y se pone a cantar “El suplicio que hay que aguantar”. Pasa pidiendo dinero pues lo necesita para poderse drogar. En cuanto ve el libro se lanza como si fuese un tesoro, un Iphone o un reloj de oro, se lo mete bajo el pantalón sobre la tripa, para que le ajuste mejor el cinturón. Me bajo en la siguiente estación salgo de Atocha y camino hacia Sol. Veo una cabina de teléfonos y de un sopetón suelto otro en el interior. Camino a prisa mirando hacia atrás, pero me asusto de un hombre vestido de negro que me persigue, ando más rápido pero el señor me intenta alcanzar. En la calle Montera o Carretas, es mejor no pararse a conversar... Salgo corriendo y entonces le escucho gritar:

¡Eeeh, chaval! Que se ha dejado un libro en aquella cabina, se le ha olvidado.

No, no, se confunde, no es mío.

Pero el tío no se quiere callar, insiste y hasta la policía se acerca a ver que es lo que sucede. Ante los agentes tengo que reconocer que el libro es mío, le tengo que dar las gracias al señor pues el policía me mira mal y hasta le tengo que abrazar.

Frustrado deshago el camino y bajo de nuevo hasta la estación, donde me encuentro al drogadicto, que además de cantante y actor también es vendedor. Ha puesto un cartón en el suelo con cosas que se ha encontrado por el camino y en el centro como artículo destacado se encuentra mi novela:

¿Cuánto cuesta este libro? - Le pregunto al indigente

¿Cuánto me puedes dar?

¿Diez Euros?

Es muy bajo para este ejemplar. Pero un momento, yo te conozco, si, si, te he visto en algún lugar.

No, no creo.

Tú, tú eres Francisco Angulo, por favor fírmame este ejemplar. Pon: Para mi amigo Blas.

¡Que ilusión me hizo, estaba algo colocado, sucio y mal cuidado, pero era mi primer fan! Yo también soy pobre y mucho no le podía ayudar, pero le dí los diez euros que tenía, a condición de que cenase en algún bar.

Cosas que no debes hacer si quieres ser escritor...Where stories live. Discover now