Progreso

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El Jefe, Naomi y Yuuki estaban con la boca abierta, no podían creer lo que habían visto. Estuvieron unos segundos paralizados hasta que reaccionaron frente a la situación. Fueron de inmediato a buscar a Alex y a Max. Estaban inconscientes y con muchos daños, sobre todo Alex. Pero el daño que había en Max no era menor. Si el golpe de Alex hubiera sido más fuerte, el cráneo de Max hubiese quedado hecho añicos.

Cargaron sus cuerpos a la casa del Jefe y ahí utilizó sus poderes para aplicarle una cura a ambos. Sus heridas e hinchazones sanaron al instante, pero sus mentes siguieron dominadas por el mundo de los sueños.

―Ese golpe de Alex... fue increíble ―dijo Yuuki.

―Sí. No esperaba que su golpe con energía espiritual fuese tan demoledor.

―Y eso que aun su poder es mínimo. Cuando lo mejore quizás que sorpresa veamos ―dijo Naomi―. Su poder será de mucha ayuda para defender a Lyon.

―Hay una cosa más. No sé si se habrán dado cuenta ―retomó la palabra Yuuki―. Antes de que Max se abalanzara para dar su ataque final, Alex fue capaz de seguir sus movimientos. Se notó más cuando se lanzó al ataque justo cuando Max también lo había hecho.

―Ah, sí, lo noté ―respondió el Jefe―. Debe ser capaz de ver las siluetas de energía espiritual que cubre todo el cuerpo. Solo así es posible detener a un súper velocista como Max. Eso es solo posible gracias a la alta concentración que posee este muchacho.

―Es asombroso ―dijo Yuuki, mirando a Alex con ternura.

Alex despertó a la hora después de haber terminado el combate. A pesar de estar curado, se sentía un poco mareado. Revisó su cabeza en busca de algún daño, y no encontró nada. No recordaba muy bien lo que había sucedido. El último recuerdo claro que tenía era el golpe de Max impactando en su cara. De ahí en adelante todo era oscuro.

"Así que me derrotó... Es un poco frustrante. Por un momento pensé que sería capaz de ganarle".

―¡Alex! ―dijo el Jefe cuando vio que se incorporaba. Ahora que las cosas habían vuelto a la calma, retomó la lectura que lo mantenía tan ocupado desde antes que llegaran todos a su casa.

―Ah, Viejo, ¿qué pasó? Perdí ¿cierto?

―No, empataron. Ambos perdieron el conocimiento.

Alex lo miró incrédulo.

―¿Cómo? Si ni siquiera lo golpee ―dijo Alex. Se llevó ambas manos a la cabeza. Se sentía muy mareado.

―Te equivocas. Justo cuando te pegó, tú aguantaste y le diste un buen golpe. Salió volando. Fue increíble. Nos dejaste a todos sorprendidos. Bien hecho.

―¿De verdad? ¡Oh, vaya! No recuerdo nada ―volvió a sentarse. La cabeza no dejaba de darle vueltas. Se sentía muy cansado, pero era un cansancio muy distinto a los entrenamientos de atletismo. Miró alrededor de la sala buscando a los demás―. No veo a Max. ¿Dónde está?

―Despertó antes que tú. Estaba muy enojado y se puso peor cuando lo empecé a sermonear. Bueno, se le pasara, él es así. Le gusta ser el único.

―Max es sorprendente. Tiene una velocidad monstruosa.

―Pero a pesar de eso, es muy débil en muchos aspectos. ¿Te diste cuenta, cierto?

―Creo que sí. Tiene pésima resistencia y sus golpes no tenían mucha fuerza, excepto el último.

―Así es.

―¿Y Yuuki y Naomi?

―Arriba, desactivando la barrera ―dijo. Iba a seguir leyendo los papeles, pero volvió a mirar a Alex―. Antes que me preguntes que cosa es la barrera, es una especie de malla que rodea todo el lugar y permite que nos volvamos invisible a los humanos corrientes.

Fantasía de un último deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora