Capítulo II: Encuentros

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Todo parecía salido de una película de terror, ¿y cómo podía Kim recordar las películas de terror? Ni siquiera ella lo sabía. No entendía por qué había cosas que recordaba y otras que, por más esfuerzos que hiciera, no llegaban a su mente. Sin embargo, tampoco tenía mucho tiempo para detenerse a pensar en ello. Solo debía salir de ahí lo más pronto posible.

Sin dejar de correr, observó de manera fugaz los colores oscuros que predominaban en la decoración de la elegante mansión, dándole un ambiente sumamente lúgubre y misterioso. Atravesó la sala de estar y un largo pasillo, muy similar al del segundo piso, y luego se precipitó hacia una esquina que creía la llevaría hasta la salida. Pero en lugar de ello chocó de bruces con otra persona.

— ¡Tú eres...! — exclamó.

Al reponerse, Kim encontró miradas con una muchacha de cabello rizado, piel blanca y ojos castaños como los suyos. Tenía un lunar sobre el labio y contextura más gruesa que la propia. Llevaba puesto un vestido cuya parte superior eran rallas blancas y negras, mientras que de la cintura para abajo era negro. La división la realizaba un cinturón rojo que parecía ser parte del atuendo.

Por su apariencia, era fácil deducir que se trataba de una chica común y corriente.

— ¡Al fin alguien normal! — exclamó Kim con alivio. — ¿Puedes decirme cómo salir de aquí?

La joven la observó con algo de recelo antes de responder:

— Ojalá lo supiera... — murmuró antes de observar a su alrededor, como si temiera estar siendo vigilada. — Esta es la mansión Sakamaki, territorio de una familia de vampiros locos. ¿Quién te envió?

— No tengo idea, solo sé que desperté en este lugar — le explicó la castaña. — Con vampiros locos... te refieres a los tres sujetos que vi hace unos momentos, ¿verdad?

— Son seis y pueden aparecer cuando menos te lo esperes así que debes andar con mucho cuidado. — Kim se sobresaltó al oír esto: ¿aún quedaban más vampiros? La desconocida acortó distancias con un deje de preocupación. — ¿Estás herida? ¿No has perdido mucha sangre? — Como por inercia, Kim se llevó una mano hasta la herida en su cuello. No quiso responder. La otra humana suspiró. — Laito estaba seguro de que Subaru ocultaba a una chica. Esa debes ser tú, ¿no es así?

— ¿Subaru? Ah, ¿te refieres al albino con problemas de ira? — Kim pensó en el vampiro que la salvó el primer día. — Pues... sí, debo ser yo. No me deja salir de su habitación y bebió mi sangre sin permiso, pero curó mis heridas así que no debe ser tan malo. Creo. — Arrugó el ceño en una mueca, sin saber qué pensar de él realmente. — ¿Tú cómo te llamas?

— Yuzuki Katō, pero puedes llamarme Yuzu. — La muchacha se presentó dedicándole una sonrisa afable. Algo en ella le transmitía mucha confianza a Kim, a diferencia de los otros sujetos no la trataba como un objeto.

— Yo soy... Kim. Solo Kim. — La castaña le devolvió la sonrisa con timidez.

— ¿Kim? ¿Eres extranjera?

— No lo sé. Eso es todo lo que recuerdo.

— ¿Qué? ¿Perdiste la memoria? — Kim asintió con la cabeza. Ambas intercambiaron miradas silenciosas. En ese momento la expresión de Yuzu se tornó sombría. — ¿Puedes entender la situación?

— ¿Situación?

— Tú... no podrás salir de aquí...

Al oír esto Kim se quedó petrificada en su sitio, incrédula. La chica que acababa de conocer parecía estar hablando muy en serio.

— ¿A qué te refieres con eso? — exigió saber.

Pero antes de poder dar con una respuesta la voz de un tercero las interrumpió:

Ni tan diabólicos ni tan amantes | | Diabolik Lovers OCDove le storie prendono vita. Scoprilo ora