2. La marca

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A media noche, el sonido del cuerno despierta a todo el mundo.

Saben que tienen que ir todos a la sala de reuniones. Una gran estancia de piedra iluminada con antorchas, llena de bancos de madera para la mitad de la aldea.

Cuando llegan hay una gran mesa de madera, iluminada por velas, en la que hay una gran manta negra y al lado de esta, bien guardada en una bolsa de cuero, se haya la estela. La estela es un objeto con un mecanismo compuesto principalemente por una aguja y tinta, que sirve para hacer marcas permanentes.

Umi entra en la estancia sosteniendo a un bebé y Diana está junto a él. Se quedan de pie frente a la mesa.

La gente ha visto la luna de sangre. Saben que ese bebé, es un sangre de luna. Y se inclinan ante él.

De repente, entra una figura, lleva la cara tapada por una capa marrón oscura, parece gruesa y pesada. Lleva armas por todas partes, pero la que más llama la atención es la gran espada que lleva a sus espaldas. Sus botas, son de piel y cuando se quita la capucha muestra su rostro a todos.

Todos se arrodillan. Es Ares. El líder de los clanes. Viene a conocer a su posible heredero.

Después entra una cuarta persona, el hombre lleva una túnica de lana, marrón, vieja y gastada y los pies descalzos. No tiene pelo y tiene la calva llena de cicatrices de símbolos extraños. Es el guardián. Todos se levantan cuando levanta a la niña y la sitúa en el centro de la mesa.

—Nos hemos reunido aquí, para dar la bienvenida a una sangre de luna. Hoy comenzará su lucha. Hoy le asignaré un instructor —proclama.

La multitud aplaude y vitorea. En cuanto alza una mano, se hace el silencio de nuevo.

El hombre se acerca a la niña, que está especialmente interesada en el borde de la manta negra. Coge la estela y comienza a dibujar con ella en la palma derecha de la niña. Ella frunce el ceño y mira con atención al hombre. Pasados unos instantes, la marca ya está hecha.

—Ni ha llorado ni se ha quejado. Es fuerte. Será una gran guerrera —les dice el guardián a Ares, Diana y Umi, para después retirarse de la sala.

Ares intercambia unas palabras de despedida con Diana y Umi, hace una inclinación ante la niña y después se larga.

Todo el mundo pasa por la mesa para mostrarle sus respetos a la niña. Y después de treinta largos minutos, la estancia se vacía.

—Ha salido todo perfecto— observa Diana.

—Sí, pero hay otros veinticuatro sangres de luna y solo uno llegará al trono —le recuerda Umi.

—Aún queda mucho para eso Umi, descansa, has hecho bien tu trabajo.

La mujer coge en brazos a la niña y se dispone a salir de la sala, pero Umi le pone una mano en el hombro haciendo que se detenga.

—Diana, no puedes ignorar el hecho de que, si no llega al trono, morirá.

La Reina de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora