1. Sangre de luna

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El aire huele a lluvia. La brisa de verano agita ligeramente las hojas de los árboles. Casi a media noche, la mayoría de los habitantes de la aldea duermen plácidamente.

Los únicos que están despiertos son los habitantes de una pequeña casa de piedra, que están alerta por la llegada del nuevo miembro de la familia.

La mujer que está dando a luz, entre gruñidos y contracciones pasa las horas, impaciente por que su bebé nazca de una vez.

Uno de los sanadores, junto con dos aprendices, ayuda en el parto.

Las ventanas están abiertas, dejando pasar la oscuridad y la estancia está iluminada por velas.

El sanador, llamado Umi, trabaja durante horas sin descanso y no deja a la mujer sola en ningún momento.

Por fin, a media noche, cuando los aprendices ya habían abandonado la estancia, el sanador saca de la mujer al bebé. Y ella emocionada aguarda a escuchar los llantos de este.

Pero no llegan, y la tristeza y la decepción invaden a la mujer.

Umi no se rinde e intenta hacer que el bebé respire, pasado un angustioso minuto se escucha un alto llanto, que suena más a grito de guerra.

Umi lleva sonriendo triunfante el bebe a su madre y ella lo recibe con los brazos abiertos.

—Es una niña —informa él ilusionado.

—Creía que estaba muerta.

—Y lo estaba, pero es una guerrera y ha luchado por su vida.

La mujer, observó expectante a la niña y pensó en un nombre para ella.

—Se llamará Kiana — proclamó después de unos instantes, y en ese momento la niña abrió los ojos, eran casi en su totalidad de un oscuro verde esmeralda, el iris estaba salpicado muy levemente por lo que parecían pequeñas estrellas doradas.

Umi se tranquiliza por fin y se apoya en el marco de madera de la ventana, respira el aire, que es fresco y huele a lluvia y mira al cielo, que está especialmente oscuro, dándole gracias a su padre por haberle enseñado tan bien. Después se da cuenta de que las estrellas son mucho más brillantes de lo normal. Mira a la luna y lo que observa le maravilla. Está oscura, tiene un color rojizo y no emite luz apenas.

—Diana, ven a ver esto.

La mujer se levanta, con la niña en brazos, alarmada por el tono de su voz.

Cuando alza la mirada y ve la luna, se llena de orgullo y de admiración. Su hija era una sangre de luna, una de las herederas. Debía ser entrenada y educada para que, algún día, llegara a liderar a su pueblo.

—Haz sonar el cuerno.

La Reina de la muerteOnde as histórias ganham vida. Descobre agora