17. Doctor Cupido - parte III

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—¿Algo para tomar?, ¿comer? —preguntó el Doctor Cupido, dando por finalizado el incómodo silencio que inundaba la sala principal. Estaban sentados en puntos cardinales. Jerónimo posado en las piernas del cuerpo y frente a la bruja, al mismo tiempo en que se miraban unos a otros sin saber qué decir— Arie, mi hada cocinera, prepara un guiso de dragón que es para chuparse los dedos. Ya son las dos de la tarde con treinta minutos. Deben estar hambrientos. ¿Reina Tenanye?, ¿Cristóbal? Me dijiste que ese era tu nombre, ¿cierto? Discúlpame, pequeño, es que mi mente está y no está... ya sabes. Bueno, ¿quieres algo?

—Sí. Lo dijo bien, Doctor: es mi nombre. Le acepto un vaso de leche y un pan con mantequilla. Con eso quedo listo.

—¿Usted, mi reina?

—Mejor traiga una medicina que saque a este mequetrefe de su agonía.

Oye tú, enano, ¿no que en el bosque estabas muriéndote? Admito que me engañaste. Sí, supiste hacerlo. Y ahora te ves lindo siendo un niño, pero cuando crezcas serás igual que todos los hombres: un bruto sin sentimientos.

Cris bajó la mirada.

—Calma, calma —Cupido apaciguó las cosas con una temblorosa sonrisa—. Aprovechemos este momento para conocernos mejor y tal vez, quién sabe, terminemos pasando la mejor tarde de nuestras vidas. ¿Vas a querer algo de comer, Jerónimo?

—Doctor, no como: soy un fantasma y mi sistema digestivo lo tiene mi cuerpo. Tampoco come. Pero le agradeceríamos un pan con queso derretido por si volvemos a sentir lo que es estar tentados.

—De acuerdo, pero conste que les ofrecí el mejor guiso de dragón que pudieron haber probado. No lo encontrarán en ninguna otra parte. ¿De veras que usted no quiere algo, reina Tenanye?

—Pan con queso pa' este tonto leso —refunfuñó.

—¡Bruja! —Jerónimo prendió como pasto seco.

—¡Cabeza de simio!

—Calma, jovencitos, por favor —intervino el Doctor— No hay motivo de pelearse.

—¡Doctor, es ella la que está buscando el odio! —acusó el fantasma.

—¡Diría que eres tú el que lo busca! ¡Ni siquiera tuviste la amabilidad de recogerme de las macetas! Todavía me duele mi colita.

—¡Y qué bueno! ¡Te lo mereces por bruja!

Breve silencio.

—...Cabeza de mono —Tenanye volvió a la carga.

—Bruja —Jerónimo mordió el anzuelo.

—Simio.

—Re bruja —abrió los ojos de par en par.

—Re simio.

—¡Re re bruja! —su cara se enrojeció de la furia.

—¡Súper simio!

—¡Requetecontra bruja! —humeaba como tren a vapor.

—Jerónimo, eres un niño —dijo Tenanye con el deleite de haberlo provocado—. Te falta mucho para ser un hombre, empezando porque no eres capaz de asumir la responsabilidad de que este chiquillo tuvo que simular estar agonizando ya que tú se lo pediste.

—¡Por favor!, ¡¿de qué hablas?!

—¡Sabes muy bien de qué hablo! ¡Me engañaste! ¡Me hiciste creer que el niño estaba herido y que necesitaba asistencia médica, pero no fue más que tu plan para llegar al Doctor y pedirle que volviera a unirte! ¿Tienes idea de lo irresponsable que eres? ¿Decirle a un pequeño que se hiciera el moribundo, inducirlo a la mentira? ¡Cristobalito no fue capaz de echarte al agua porque te estima! No sé cuánto tiempo llevan de amigos, pero él te aprecia mucho; se le nota en su linda carita. ¡Y tú, simio descabezado, lo pusiste en peligro en este bosque!

—Más bien lo he protegido de ti. ¿Y desde cuándo lo tratas de Cristobalito? ¡Es mi amigo, no el tuyo!

—¡Irresponsable! ¡Le pides a un niño que mienta!

—¡Basta, por favor! —Cupido detuvo la escena de teleserie infantil— ¡Suficiente, chicos!

—Doctor, lo que Jerónimo desea es que usted lo una con su cuerpo —dijo Tenanye—. Tenían el plan de decirle que era para salvar a Cristóbal de un accidente que tuvo un rato atrás, y que fue por mi culpa. Pero no crea nada de lo que este idiota le invente. Lo único que le digo es que yo, como su reina, le prohíbo que le dé en el gusto. Este simio no puede volver a estar completo.

El anciano tomó un respiro y, sintiendo cómo la sola presencia del chico lo cargaba de valentía, decidió sublevarse por primera vez:

—Creo que entiendo muy bien el lío entre ustedes dos. Y sabe lo mucho que la respeto, mi reina. ¿Pero en qué cambian las cosas porque un hombre vuelva a unirse con su cuerpo?


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DICCIONARIO CHILENO

- Echar al agua: acusar, delatar.

Jerónimo sin cabeza [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora