Capítulo 4. Una flor para el cielo

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Meredith

"Mi corazón no paraba de dar gritos de angustia, mi mente estaba bloqueada, no podía creer que he permitido que duerman eternamente a mi hermanita, a mi Iris, el dolor se apodera de mí, todo deja de ser importante, ahora nada puede hacerme sentir bien."

"La oscuridad se adueña de todo lo que tenía, fuertes tormentas e inundaciones invaden mi ser, no hay forma de ocultarlo ni detenerlo está ahí. La rabia y coraje se apoderó de mí. Estoy en el mismo lugar que hace cinco años y mismos en que llevo llorando su recuerdo, luchando contra mis lágrimas."

En mis pensamientos se repite una y otra vez la última vez que la vi, una luz brillante e intensa, esa es mi Iris, llena de felicidad y sueños que un día solo serían arrebatados y rotos. El miedo se hace cada vez más poderoso

Estaba sola, nadie quien solo estuviera para recoger los pedazos de mi corazón roto, nadie con quien hablar y la justicia tan solo reprimía mi perdón. A las personas como yo no se les da palabra alguna porque la sociedad nos llama ignorantes y sí eso es lo que piensa nuestro alrededor, eso seremos. Sí, era pobre y apenas comíamos, pero una tortilla de maíz estaba siempre en la mesa; trabajaba arduas jornadas para que a Iris no le faltará nada, pero le falté yo, le fallé a mi hermanita. Yo solo quería que estudiara y que pronto esa luz que la caracterizaba se convirtiera en la luz del mundo, la imaginaba en su graduación y en su primer día de trabajo.

Si yo hubiera sabido que no volvería a ver a Iris, la habría abrazado mucho más fuerte que la última vez, habría llenado de amor su corazón fuerte y valiente. No puedo imaginarme lo que vivió en sus últimos días, me duele infinitamente en mi cuerpo, en el alma y corazón. El peso del mundo y de aquellos dolores que nunca mueren se colocó sobre su cuerpo por muchos días, me da tanto coraje y me culpo, ¿por qué no fui yo? Habría dado mi vida por Iris. Me dolió saber lo que le hicieron, pero me dolió aún más que yo no pudiera cuidarla como le prometí y defenderla de esos seres a quienes no podría llamarles humanos porque lo que le hicieron no tiene perdón.

Hoy estoy sentada frente a un árbol a quien le salen flores amarillas lo que indica la entrada de la primavera. El aire sopla y besa mi mejilla, a los pajaritos los rodea la felicidad de su canto y el sol pronto despertará de su sueño tranquilo. Hoy es el día en que el camino termina, hoy supe donde estuvo estos años el amor de mi vida, Iris. Por fin acepto que ya no volverá y los errores son un hecho.

Una lágrima se deslizó por mi rostro, esa lágrima sostuvo mi alma y pronto se multiplicaron. Ya no era dolor, ni coraje y miedo, todo había acabado, lo supe justo en el momento en que Iris me abrazó y sentí una paz inmensa, me abrazó con el viento fuerte y con el olor a flores limpió mi llanto, por primera vez en mucho tiempo volví a vivir. Iris me perdonó, a los seres humanos y al mundo. Iris volvía a estar viva en un lugar lejos de casa, donde ya no tendría miedo, donde todo su dolor no volvería nunca más, nadie la tocaría otra vez y su cuerpo renacería. Me calmaba saber que sea cual sea el lugar donde estuviera ella estaría bien.

Al otro lado de mi dolor estaba Iris, la misma que vi caminar por primera vez y la misma que vi sonreír por su primer pastel de cumpleaños, la amo desde el primer día en que la cargué en mis brazos. Ahí estaba Iris, corría y jugaba. Parte de ella siempre estará en mí, por siempre en mi corazón. Por eso, la dejo ir.

Al otro lado del dolorOnde histórias criam vida. Descubra agora