Capítulo 3: Los rehenes

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"Méndez y yo corremos hacia uno de los ventanales de la planta superior para contemplar el panorama: fuera ya había tres coches de policía aparcados, y sabíamos que llegarían más.

-¿Cuál es el plan? Con la rápida llegada de la policía no me ha dado tiempo a tapar las veinticinco cámaras, y ya nos observan –comenta aterrado él.

-No tienes de qué preocuparte: llevas la máscara. –digo sonriendo, tratando de caldear los ánimos.

-Pero... ¡Tú no la llevas! –exclama él preocupado.

Sonrío de nuevo, apretando los labios, y le trasmito el nuevo plan:

-Tranquilo. Encárgate de tapar todas las cámaras y ya está.

Dejo a un histérico Méndez, y ahora sí, me dirijo a toda velocidad hacia el almacén.

Federico y yo nos miramos fulminantes, nerviosos, y yo reviso exhaustivamente que todos los rehenes estén bien, y que a Federico no se le haya ido la mano a la hora de controlarlos.

-Bien hecho –le felicito, dándole un abrazo, entre las súplicas de la gente para que los liberemos.

-No te creas... Entre ellos hay una embarazada y un diabético que no tiene su medicamento –dice Federico inquieto.

-Bueno... Ya nos encargaremos más adelante de los contratiempos. Ahora, debo avisar a Estrella de que se dé prisa... Yo deberé negociar con la policía. "

El tiempo transcurrió lentamente. Cada vez, mi amistad con Lisa, y la familia Pérez era más próspera, y me tiraba la mayor parte del día en su casa, charlando, jugando... Divirtiéndonos. Habíamos avisado a mis padres del desahucio de mi abuela, y prometieron llegar antes de Septiembre, que iba a ser cuando la desalojaran. Mi abuela cada vez parecía haber aceptado la noticia, y también se había hecho buenas migas con Aurora y Jaime.

No obstante,  en su momento, mi abuelo estuvo muy afligida por la muerte del Padre Méndez, y su supuesto accidente, sin contarme qué relación tuvo con él. Yo, por mi parte, aún no le había dicho a nadie que casi todas las noches, una especie de espectro, al que nunca veía la cara ni el cuerpo, deambulaba por mi casa, intentando que yo hiciera algo que no llegaba a entender.

Y llegó el mes de Agosto. El calor cada vez era más sofocante, pero llovía bastante. ValleRoca se llenó de turistas, y era imposible andar por el centro del pueblo sin cruzarte a alguien portando una cámara de fotos. Todas las tardes, Lisa y yo montábamos en su bici, y nos perdíamos por las montañas cercanas al valle. Nos llevábamos una especie de picnic, y merendábamos allí. De aburrirme plenamente en ValleRoca en verano, a divertirme un montón había solo un paso, llamado Lisa. Me hacía sonreír constantemente, y cada vez nos contábamos más cosas sobre nuestras vidas.

Mi abuela continuaba despertándose paulatinamente por las noches, y sacando el gran plano. Lo miraba, y remiraba, durante horas y horas, pero creo que no sacaba nada en claro.

Una tarde, mientras Lisa me llevaba en su bicicleta por el centro de ValleRoca, nos detuvimos en frente del bar "Estrella". Sí, el regentado por Federico y Carmen, los que se pasaban el día discutiendo. Yo, en secreto, había cogido la fotografía de los cinco amigos, la cual el fantasma siempre se empeñaba en mostrarme. 

El bar estaba igual de sucio que hace un mes, y esta vez no había nadie. Federico volvía a estar al frente de la barra, pero ahora tenía más arrugas, y tenía una mirada realmente aterradora. Por su parte, Carmen pasaba la fregona por el suelo. También tenía una expresión ida, como si hubiera visto un fantasma, nunca mejor dicho. Federico se sorprendió al vernos, y cambió rápidamente su cara amarga por otra simpática:

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⏰ Last updated: Oct 16, 2019 ⏰

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El misterio de EstrellaWhere stories live. Discover now