B.

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Brotaban lágrimas del niño que estaba sentado en las escaleras del colegio. Su profesora se acercó y se sentó a su lado:

- No viene mi mamá- decía.
- Vendrá pronto- le respondió alborotándole el pelo.

La chica del moño en la cabeza y las manos llenas de tiza se alejó de su alumno y abrió las puertas de su coche.

- Seguro que no tarda en llegar- le gritaba, pero su voz se perdió en el viento.

Todos vieron el choque de los dos coches en el semáforo de la esquina, todos vieron como uno se llevaba por delante al otro y chocaban contra la valla del recinto.

Ni ella ni la madre del niño pudieron contar quien de las dos aceleró primero y cual tendría que haber parado.

Al día siguiente el niño seguía sentado en las escaleras, pero ya no lloraba. Su mirada estaba perdida. Una profesora se le acercó.

- ¿Ya no lloras?

El niño la miró.

- Pedí llorando que llegara mi mamá y se han ido las dos. No quiero que también se vaya papá.
- No digas tonterías. Fue un accidente- dijo con voz apagada.
- Pero los accidentes también pasan, aunque sean sólo accidentes.

Y él se levantó y corrió hacia el coche de su padre.

No hay lección de madurez más dura que estamparse contra la dura realidad.

Los niños siempre dicen la verdad.

Letras Que Nunca EscribíUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum