10° Planes

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-—James, me tienes cansado —decretó, bufando—. Tu y yo jodida idea de que me gusta Jordan. La respuesta es no y seguirá siendo la misma.

—Oh, por favor —se quejó—. Te gusta, lo veo en tus grises y aburridos ojos.

—¿Acabas de describir mis ojos como aburridos? —soltó una risa—. Ya, las chicas no dicen lo mismo...

—Mi querida amiga estará de acuerdo conmigo —presumió James, parándose—. Es la única chica que jamás podrías conquistar. Es inmune.

Sirius no pudo hacer otra cosa que reírse por lo estúpido que sonaba aquello. El podría con cualquiera.

—Si quisiera salir con ella, ya lo hubiera hecho. Anna Jordan no es un inconveniente, es solo que no me interesa —se encogió de hombros—. Es una niña inmadura, egocéntrica, pedante y criada como si fuera lo único que importara...

James levantó una ceja, observando al muchacho azabache.

—Solo no puedes con ella —se decidió—. Tiene desarrollado antivirus que te repelen.

Black rodó los ojos, negando. Volvió a observar el techo de la habitación, poniendo sus brazos tras su cabeza, acomodándose mejor en la cama para es estar mucho más cómodo.

—Como dije, ella no es inconveniente. Si quisiera ya lo hubiera hecho —repitió.

—Si tú lo dices... sigue soñando eso. 

El azabache se sentó, mirando al chico en la otra cama. Frunció el ceño, negando. Si James quería molestarlo lo estaba logrando a la perfección. No lo pensó mucho, sino que las palabras salieron de si boca son intención.

—Ella saldrá conmigo, ya lo verás —se cruzó de brazos.

James Potter no hizo nada más que reírse de lo que decía su amigo. Solo eso demostró, nunca dijo que por dentro ya estaba maquinado un plan para que las cosas salieran a su gusto.

.-.-.

Una mujer vestida con una elegancia digna de cualquier revista de alta costura observaba desde el marco de la puerta a su hija, que en ese momento entraba a la chimenea para desaparecer entre llamas verdes.

Anna era una niña preciosa. Sus dieciséis años le habían sentado bien, ya se notaba más madura y dispuesta a tener responsabilidades. Celine se podía sentir realmente orgullosa de lo que había criado a pesar de las circunstancias.

La mujer castaña se miró un momento en el espejo sobre la chimenea. Observó atentamente sus rasgos, cada vez más desgastados y opacos. Lejos había quedado la bella joven que atraía pretendientes de todas partes del mundo. De aquella niña soñadora solo quedaba la ilusión y el recuerdo.

—¿Anna ya se fue?

Ella se giró, encontrandose con los oscuros ojos de aquel hombre. Si hace veinte años le hubieran dicho que se casaría con el, ella simplemente se hubiera reído.

—Sí, hemos quedado que pasará lo que queda del verano con los Potter, compará sola sus libros. Le he dado dinero —comentó la mujer.

—¿No crees que es tiempo de decirle? —le consultó Mark, acercándose a su esposa a un paso lento, cauteloso—. El señor estaría de acuerdo, nosotros...

—No, no —negó, haciendo la mueca de desagrado que siempre surgía cuando hablaban de aquello—. Aún es joven y lo será una sola vez en la vida. Déjale disfrutar un poco más, luego de Hogwarts lo hablaremos.

El azabache asintió, quedando finalmente frente a aquella mujer que había amado por años con locura. Para el seguía siendo la celestial chica que vió nadando, la que le sonrió cuando lo vio y la que le rompió el corazón más de una vez. Aún así, daría todo lo que tenía y más por ella.

Es Igual A Mi...- Sirius BlackOnde histórias criam vida. Descubra agora