Capítulo 1: El comienzo

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"-¿Preparados? -pregunto a mis compinches.

-Siempre. ¡Las injusticias al garete! –exclama Federico cargando su arma.

-Por supuesto. ¡Perdóname Dios mío, pero es necesario! –musitó el cura. 

-¡Vamos! –exclama Estrella, dándome un beso, y cargada de energía.

Carmen frena bruscamente la furgoneta frente nuestro objetivo: el banco de ValleRoca.

Nos colocamos las caretas, y todos nos damos suerte: mucho tiempo planeando aquel atraco debía dar sus frutos.

Estrella, Federico, Méndez y yo entramos armados al banco, mientras Carmen se marcha con su coche.

Damos cuatro tiros al techo, y rápidamente se crea el pánico entre el personal del banco y los clientes. Todos se tiran al suelo ante la voz grave de Federico ordenándolo. Les dirigirá a todos a un pequeño almacén, dónde los tendríamos controlados. Antes, les colocará un antifaz para evitar que vean más de la cuenta. Estrella me debe dirigir hasta la sala acorazada donde se encuentra la caja fuerte del banco, con millones y millones de euros. Mientras, Méndez debe conseguir tapar ventanas y puertas, y forrar las cámaras de seguridad, para que ni la policía nos pueda observar.

-Vamos, Oppa –me susurra Estrella a la vez que Federico traslada a los rehenes al almacén.

Asiento con la cabeza, nervioso ante lo que estábamos haciendo, y todo lo que nos jugábamos: un fallo y nuestras vidas estarían acabadas para siempre."

Todo empezó una mañana de 2002, en Julio, sí, Julio. Las nubes tapaban al sol, y las flores habían cerrado sus pétalos como si tuvieran que resguardarse de una gran catástrofe. El cielo estaba totalmente negro, salvo cuando de vez en cuando un fuerte rayo irrumpía. Era la peor tormenta que había visto en mi vida. El agua inundaba completamente las carreteras, y los coches quedaban atrapados en el espeso barro.

Yo, por suerte, lo veía todo desde mi casa, desde mi habitación. Temía que el techo acabara cediendo ante el agua, a causa de las múltiples goteras. Estaba solo en casa, así que había cogido todos los cubos que veía para colocarlos debajo de las filtraciones. Sin embargo, me ponía muy nervioso el constante ruido de las gotas sobre el recipiente al caer. La tele no funcionaba, ni tampoco la radio. No había luz, y tuve que encender unas cuantas velas.

Me pregunté dónde estaría mi abuela, ya que, a pesar de ser muy arisca y distante conmigo, me preocupaba por ella. Comprobé que se había llevado su paraguas así que no me alarmé demasiado, ya que sabía que se las apañaría perfectamente sola. Había salido al supermercado haría ya varias horas, y me había prohibido tajantemente salir de casa. En el fondo, se preocupaba por mí, pero yo era consciente que a ella no le gustaban nada los niños, así que hacía lo posible por agradarla al máximo: limpiaba la casa, fregaba los platos, ponía la mesa etc.

Mi abuela siempre había sido una mujer reservada y misteriosa, pero al morir su marido, osea, mi abuelo Oppa, se había convertido en alguien peor, (todo esto me lo había contado mi madre ya que mi abuelo murió a los trece años de nacer ella). Siempre estaba de mal humor, y nada le hacía sonreír. Con la única persona que hablaba era con mi madre; con ella se entendía a la perfección.

También me acordé de mis padres, y de si estarían bien. Eran arqueólogos, y la mayor parte del año se la pasaban de aquí para allá. Por supuesto, yo me quedaba con mi abuela, en ValleRoca, muerto del aburrimiento y sin encontrar entretenimiento en un pueblo casi desierto. La última vez que había visto a mis padres era hace ya tres semanas, cuándo se marchaban a París, a seguir investigando yo que sé qué cosas. Me daba mucha pena que no hubieran elegido otro trabajo, pero entonces yo no existiría, ya que se conocieron en la tumba de un faraón.

El misterio de EstrellaWhere stories live. Discover now