—Sé que es tarde, ¿pero crees que podrías hacer venir a algún tatuador de confianza a casa de Valentín?


Valen frunce el ceño cuando escucha la palabra "tatuador", pero lo ignoro.


—En realidad, sí.

—¿En serio? —exclamo con sorpresa, pues no esperaba que realmente pudiera.

—Sí, tengo un amigo. Podemos estar allá en diez, ¿va?

—Sí. —asiento— Gracias.

—De nada, linda. Nos vemos. —cuelga.

—Andro, explícame qué te pasa por la cabeza. —dice Valen, pero yo niego con la cabeza.


Exactamente diez minutos después, Dani aparece en casa de Valentín junto con otro chico.


—Gracias por venir tan rápido. —lo abrazo.

—Vine a meterles prisa por salir, en realidad. —bromea Dani devolviéndome el abrazo— Mirs, él es Matías. Ella es Andrómeda, la piba de Valen.

—Un gusto. —dice besando mi mejilla.

—Igualmente. —me hago a un lado para que entren y una vez que pasan cierro la puerta.

—Bueno, ¿qué te pensas tatuar esta vez? —dice Dani, sentándose en el sofá con Valentín.

—Yo nada, fue ella quien los mandó venir. —se encoge de hombros y Dani me mira con cara de sorpresa.

—¿Te querés tatuar? —pregunta y yo asiento entusiasmada— ¿Qué te querés tatuar?

—Es una sorpresa. —me río.

—Ni a mí me dijo. —comenta Valentín, cruzándose de brazos— Está loca.

—No te enfades, pronto lo sabrás. —beso su mejilla desde atrás.

—Bueno Andro, a mí sí me tenés que contar. —dice de manera divertida Matías.

—Claro. ¿Podemos instalarnos en la cocina?

—¿Por qué tan lejos? —resopla Valentín.

—Porque no quiero que lo sepas. —le saco la lengua.


Matías y yo nos movemos a la cocina. Mientras empieza a sacar los utensilios, le digo al oído qué quiero tatuarme y dónde quiero hacerlo. Al otro lado del salón, siento la mirada de Valentín sobre nosotros cuando Matías lo tiene todo listo y enciende la pequeña máquina conectada a la aguja.


—¿Estás lista? —pregunta.


Tomo aire profundamente y, mirando a los ojos de Valentín desde la cocina, asiento sonriendo.


—Sí.

—Si sentís dolor, me avisas y la cortamos.

—De acuerdo. —asiento una vez más. Al momento siguiente, noto cómo la aguja taladra mi dedo.


El dolor es agudo y constante, pero puedo soportarlo incluso mejor de lo que me esperaba. Durante los cinco minutos que tarda Matías en escribir con tinta sobre mi piel lo que le he pedido, Valentín no saca sus ojos de mí, incluso en la distancia. Está en el salón, fumándose un porro a medias con Dani, que también nos mira de vez en cuando. 

Andrómeda ~ WosWhere stories live. Discover now