Capítulo 8

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Hasta que lo conseguí, ¡sí, lo hice! Me salí una vez más con la mía... pasé una noche, bueno, en realidad fue un fin de semana, pero como sea... pasé una increíble noche con Darien y fue porque él así lo quiso, porque me rogó, me suplicó que me acostara con él. ¡Awwww, que felicidad siento, fue increíble! Ese hombre es todo lo que imaginé que seria, es fantástico, fenomenal... es dulce, tierno, apasionado, me encantó haber estado con él y estoy esperando que sea él quien vuelva a pedirme que pasemos la noche juntos, me encanta, me gusta cuando puedo hacer que un hombre como él, como Diamante o como Seiya... Seiya, mi niño travieso... ¿Cómo estarás? ¿estarás bien? ¿te haré falta? Espero que sí porque tú a mí me haces mucha falta...

Me encanta cuando puedo hacer que un hombre tan bello, tan educado y tan interesante como Darien se doblegue ante mí, me gusta, me fascina que me busquen y me rueguen que este con ellos porque infla mi ego, me hace sentir más joven y hermosa, increíblemente hermosa. Me gustó mucho que haya nacido más de él que de mí, me hizo sentir muy especial cuando me dijo que quería saber qué se sentiría estar con una mujer como yo, como si yo fuera algo inalcanzable. Fue increíble y cada que me acuerdo de esa noche me pongo del mejor humor, pero, y aunque fue espectacular, eso me trajo una fuerte pelea con Diamante, tanto que hasta se fue de la mansión, que exagerado.

Y ese lunes más tarde, cuando Darien se había ido para la universidad...

— ¿Entonces pasó muy buen fin de semana con ese?

— Sí, —me reí ante sus celos, que ridiculez. Él tiene mucho tiempo conmigo, debería saber cómo soy— la pasamos muy bien en la cabaña, fueron unos días muy tranquilos. ¿Cómo estuvo todo por aquí?

— ¡Estoy cansado de todo esto, harto!

— No me levantes la voz. —Le pedí con seriedad mientras descargaba mi bolsa sobre una de las sillas del despacho— ¿Qué es lo que te pasa? ¿Cuál es tu agresividad?

— ¡Es usted!

Sentí miedo, nunca antes había hecho algo así. Con la mirada exorbitada, como la tendría un loco, salió de detrás del escritorio y en segundos llegó conmigo, quedó frente a mí y parecía que, hacia un gran esfuerzo por no acercarse, por no tomarme del cuello y ahorcarme...

— ¡Usted se empeña en hacerme daño y yo lo único que he hecho es quererla, amarla! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué me hace tanto daño?!

— ¿Quieres calmarte? No sé de qué estás hablando.

— ¡¿Cómo que no sabe de qué estoy hablando?! ¡¿Eh?! ¡De usted y de ese imbécil pasando todo el fin de semana juntos! ¡De eso estoy hablando!

— ¿Y? ¿Eso qué tiene? Bien sabes que no somos exclusivos y, cariño, jamás vamos a serlo.

— Ah, ¿no? ¿jamás? — Dio un paso más al frente y de verdad me asustó, en el estado en el que estaba era capaz de hacerme cualquier cosa— ¿Está segura de eso?

— Completamente. Diamante, estás muy alterado y así no podemos platicar. Creo que lo mejor es que me vaya y que...

— No, no se vaya, el que se va soy yo.

— De acuerdo, nos vemos esta noche.

— No, no ha entendido. —Posó ambas manos sobre mis hombros y me dijo, tratando de controlar al animal salvaje que llevaba por dentro...— Me voy definitivamente de la mansión, doy por terminado nuestro contrato.

— No tienes por qué ser tan radical. ¿Por qué mejor no te calmas y...?

— ¡Usted no entiende! — Grité, cuando me zarandeó por los hombros y después me atrajo hasta su pecho, sentí mucho miedo, creí que iba a matarme. Pero luego, y con desmedida fuerza, me acariciaba por todas partes. Nunca sentí tanto miedo como ese día, Diamante estaba como loco. Luego me tomó el rostro en ambas manos con fuerza y me dijo fuera de sí, fuera de control...— Yo siempre la he querido para mí, ¡siempre! Desde que estaba casada con mi tío, siempre la quise para mí...

Un Harem para SerenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora