6ª parte

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Se quedó boquiabierta. El agua humeante la atrajo al momento. Sin pensarlo, se quitó la capa que le entregó a un Dow sonriente ante su entusiasmo. Breena le devolvió la sonrisa y con un salto se lanzó a su cuello. Dow la sujetó por la cintura manteniéndola pegada a él.

– Lord Strone –murmuró a su oído con voz sensual–, sabe cómo hacer feliz a una mujer.

– Tú eres la única mujer a la que quiero hacer feliz –el susurro ronco en su oído le recorrió el cuerpo, inundándola de deseo.

Buscó sus ojos, y, por primera vez, creyó ver en ellos el reflejo del mismo amor que ella sentía hacia él. Su respiración se volvió entrecortada, excitada por la mera idea de que empezara a quererla. Lo besó con toda la dulzura de su amor y Dow le respondió con la misma intensidad. La ternura de su beso la incendió todavía más y sus labios se volvieron más fogosos y urgentes. Breena notó cómo la excitación masculina crecía a la par que la suya. Dow le acarició una mejilla y le apartó la cara ligeramente.

– El baño –dijo tratando de recuperar el aliento.

Breena palideció avergonzada y escondió la cara en el pecho masculino. Había olvidado que no estaban solos y con disimulo se lo estaba recordando. La dejó en el suelo. Breena se volvió para enfrentarse a Lisa que los miraba con las mejillas encendidas. Ella también se ruborizó. Su comportamiento era, sin duda, impropio de una dama.

– Salgo un momento a tomar el aire –informó desde el otro lado de la manta. Brandon y los dos muchachos habían hecho sus camas sobre un montón de paja frente a la alcoba improvisada.

– ¿Te han echado? –susurró Brandon, jocoso, mirando a su alrededor. No quería que los demás caballeros los escucharan.

– Necesitaba un poco de aire fresco –le contestó en el mismo tono– ¿Vas a dormir aquí?

– Alguien tiene que cuidarte las espaldas. Últimamente estás muy despistado.

La criada salió con un cubo y les hizo una reverencia exagerada.

– Voy a buscar más agua –informó mientras se alejaba.

Dow continuó tumbado al lado de su amigo, sin moverse, observando cómo se alejaba la mujer.

– ¿No vas a entrar? –le preguntó Brandon intrigado.

Dow afirmó con un ligero movimiento de cabeza y regresó al pequeño cubículo. Breena reposaba tranquilamente en la bañera. Estaba relajada, con los ojos cerrados, mientras le sobresalía un pie fuera del agua y lo apoyaba en el borde.

Se detuvo junto a la bañera. Admirarla en esa actitud tan íntima le hacía desear estar devuelta en el hogar, con ella. Sonrió con ternura. Al calor de la bañera era aún más deseable. A través del agua humeante podía ver el cuerpo bien formado. Una mano descansaba relajada pegada a su cuerpo, la otra reposaba sobre el abdomen y se movía en una caricia suave, tocándose con la punta de los dedos el estómago, las costillas, un pecho…

Dow contuvo la respiración y clavó una rodilla en el suelo. La besó en los párpados cerrados y cubrió la sonrisa femenina con un beso rápido y casto.

– Deberíais tener más cuidado –le recomendó en un susurro–, podría no haber sido yo.

Breena se incorporó ligeramente hasta que su cara quedó a la altura de la de él, los labios casi rozándose.

– Supuse que estabas afuera, protegiéndome –Dow confirmó sus suposiciones con una sonrisa y un movimiento de cabeza–, y tengo la daga que me regalaste –la punta afilada de la daga apareció de repente bajo el mentón masculino.

El Caballero Negro (Versión para adolescentes hormonadas)Where stories live. Discover now