1. Un Mundo Como Cualquier Otro

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Fue otra mañana lluviosa en la Ciudad de México, pero aun así los estudiantes tuvieron que ir a sus respectivas escuelas, por eso es que Armando tuvo que levantarse temprano. Él nunca se pierde las clases. Se sentiría muy mal si faltara un solo día. No le es tan fácil como parece, siempre llega un segundo antes de que cierren las puertas de la escuela, ya que los autobuses que van hacia la secundaria pasan muy temprano o muy tarde. Armando no está dispuesto a reducir sus horas de sueño, no más de lo que ya lo hace.
Mientras salió de su casa, pensó en si se le había olvidado algo: tareas, cuadernos correctos, materiales. Pareció estar todo en orden, y en cuanto volvió a poner atención a su camino, el autobús ya estaba marchándose de la parada. Armando corrió apresuradamente para tratar de por lo menos hacer una señal de detención para el chófer. Mientras más siguió corriendo, el camión se alejó más de su vista. No lo pudo creer, nunca le había pasado esto. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Ahora solo le quedó correr rápidamente hasta la escuela. El chico logró llegar, pero su reloj marcó las ocho con diez de la mañana, la primera clase estaba a punto de acabar y él permaneció fuera.
En el 2°C, la clase de Historia estuvo a punto de acabar. David volteó a ver a Javier, preguntando por Armando, Javier señaló el asiento de su ausente amigo, fue ahí donde se percataron de su inasistencia, entonces solo alzó los hombros en señal de desconocimiento sobre su ubicación o estado. Entonces David volteó a ver a Eduardo, preguntó lo mismo que a Javier, pero él tampoco supo.
Sonó el timbre y todos los presentes dentro del salón procedieron a levantarse de sus asientos e irse a platicar con sus respectivos amigos, pero tanto Javier como David, Alex y Eduardo esperaron a su amigo. Armando llegó y les platicó lo sucedido. Les extrañó un poco viniendo de él, pero comprendieron que el chico tuvo pocas opciones. Si tan solo hubiera podido llegar a la parada antes que el autobús, otra historia sería, tal vez no muy diferente, pero el tiempo siempre se encarga de sorprendernos.
Comenzó el receso. Los chicos se fueron a comprar comida y después se establecieron en su recurrente rincón del patio junto a la jardinera. Alex pidió una jicaleta, Armando una bolsa de papas fritas y Javier una torta al pastor. Eduardo no tuvo dinero, todo lo que le daban de gasto lo ahorraba para comprarse un videojuego, no obstante, él recordó haberle prestado veinte pesos a su compañero Víctor la semana pasada, así que decidió buscarlo por todo el patio hasta encontrarlo y se acercó a él.
—Oye, Víctor —dijo Eduardo—. ¿Tendrás los veinte pesos que te presté la otra vez?
—No, güe' —contestó Víctor—. No he tenido varo.
—Pero... Dijiste que me los pagabas esta semana.
—¡Que no traigo, güey! Ábrete a la verga.
Víctor empujó a Eduardo y se marchó. Eduardo quedó en pánico, él es muy bajo y débil, por lo que siempre le ha sido imposible tratar de defenderse de quienes lo molestan. Realmente no le gustaría estar en la mira de tipos como Víctor, quienes son capaces de sacarle un susto con la pistola de sus papás. Armando y el resto se acercaron a su amigo e intentaron consolarlo y tranquilizarlo.
En la tarde, después la escuela, jugaron en línea a diferentes juegos. Casi siempre están los cinco presentes, a excepción de Eduardo, quien en ocasiones tiene otros pendientes. A él realmente le gustaría tener mucho más tiempo para poder hacer otras cosas y jugar con sus amigos. Por suerte, el día de hoy sí pudo unirse a las partidas. Estuvieron un par de horas jugando, hasta que la mayoría tenía que irse.
En videollamada:
—Y, ¿cuándo nos juntamos en la casa del Alex? —preguntó Javier.
—Yo creo que mañana —respondió Alejandro mientras jugaba—. Supongo que todos podrán ir.
—Yo no puedo ir —dijo David avergonzado.
Todos empezaron a reír. Los chicos sabían que David era sobreprotegido por sus padres, no lo dejaban salir ni a la tienda de la esquina.
David siempre es llevado a la escuela en automóvil, nunca ha tomado solo un autobús, nunca ha podido ir al parque con sus amigos, lo que en ciertos momentos le ha generado la sensación de ser un "prisionero" de su propia casa.
El día siguiente correspondió a día de Educación Física, y por ende día de fútbol. Los chicos se reunieron en el patio y formaron dos equipos, no fue coincidencia que los cinco amigos se encontraran en el mismo lado. Se enfrentarían a otros seis compañeros, por lo que les hizo falta alguien, entonces Danna, la única chica que podían llamar amiga, se acercó a ellos.
—Veo que están en desventaja por un miembro ¿Puedo jugar con ustedes?
—Claro, por qué no —contestó Armando.
—¡Nah! No manchen —dijo Noah, jugador del otro equipo—. La vamos a lastimar.
—¡No eres tan fuerte, güey! —contestó Danna molesta.
Eduardo comenzó a reír después de lo que dijo su amiga.
Después de treinta minutos de juego, el marcador no oficial, lleno de discrepancias y goles invalidados, apuntó a un nueve a uno a favor del equipo de Armando y sus amigos. Sin embargo, no dejaba de ser un partido de secundaria, por lo que, aquel equipo que marcara el último gol ganaba el partido. Fue entonces que Javier se quitó de marca a varios rivales, realizó un tiro y marcó un excelente gol. Javier cayó encima de Noah quien lo aventó de regreso al suelo sin tanto esfuerzo. El pobre chico se raspó los brazos que le hicieron doler.
––¡Perdón, güe! ––dijo Noah al ver a su compañero.
––Vete a la verga, Noah. Te pasaste ––dijo David agachado, tratando de levantar a su Javier.
––Ese güey se me dejó caer. No sabía que de un empujón lo iba a sacar volando, si está bien pinche grandote ––contestó Noah mientras levantaba a Javier.
en el suelo.
––N-No te preocupes ––dijo Javier mientras se dolía de brazos y piernas.
––Ahora, para quedar a mano, pégame tú en el brazo ––dijo Noah después de alzar la manga del brazo izquierdo.
––No, güe, cómo crees ––respondió Javier.
––Sí, güe, para librarnos de problemas.
––... Bueno.
––¡Dale duro, Javi! ––dijo David.
Entonces, Javier le soltó un golpe con todas sus fuerzas a Noah en el brazo, quien no se inmutó ante el impacto.
––No manches, te dije con todas tus fuerzas.
Javier se sintió muy avergonzado de que su golpe no doliera a Noah.
––Es que no te quiero lastimar ––dijo para intentar quedar bien.
A la hora del receso, el grupo de chicos se encontró caminando regularmente, hasta que Javier le señaló a Eduardo donde estaba Kassandra, la chica que le gustaba. Eduardo se dio media vuelta y opuso resistencia para evitar ser molestado por sus amigos.
Ya fue tiempo de irse a casa. Javier solo tuvo que atravesar la calle para llegar casa. Armando y Eduardo tomaron el autobús, David es llevado en auto por su papá. Alejandro es el que debe esforzarse más, debe caminar media hora para llegar a casa, lo cual detesta ya que nunca va acompañado. Su problema radica en las calles que tiene que atravesar. En la esquina de la calle "Minas" siempre se agrupan dos o tres drogadictos quienes, al ver a Alex, le piden su dinero amenazándolo con una pistola, y él nunca dice nada a nadie por miedo a las represalias que pueda haber contra él y sus parientes. A veces desea ser invisible en ese punto del camino para no ser aterrorizado por dichos individuos.
Por fin llegado a casa, Álex tocó la puerta y esperó a que le abrieran. Después de treinta segundos y de haber tocado en tres ocasiones, pareció que alguien se acercó.
––¡¿Quién?! ––gritó alguien dentro de la casa.
––¡Yo!
––¡¿Quién "yo"?!
––¡Alejandro!
Entonces su abuela abrió la puerta y le hizo pasar, Alejandro a lo lejos de la cocina vio a su tío Elías platicar con su mamá. El tío volteó a verlo y lo saludó.
––¡Que pasó, Álex! ––dijo Elías mientras saludaba de mano a su sobrino––. ¿Cómo estás?
––Bien, tío, ¿y tú?
––Bien, bien. Fíjate que justo vine a hablar con tu mamá, para ver si podían tú y tus amigos ir a acampar al bosque.
––¡Órale!, ¡qué chido! ––dijo Alejandro.
––Todavía no he dicho que si, eh ––dijo la mamá de Alejandro––. No me gusta que solo esté un semiadulto supervisando.
––Por favor. Solo es una noche en un bosque supervisado, ni que los estuviera llevando a Tesorera ––respondió Elías.
––Poquito faltaba ––dijo la mamá.
––Ándale, ma'. Además, ya tengo catorce, ya estoy consciente de mis acciones ––dijo Alejandro.
––¡Ay ya, está bien! ––dijo la mamá harta del asunto––. Pero tengan cuidado, por favor.
––¡Perfecto! Alejandro, necesito que le avises a tus amigos, a tus primos no los dejaron venir y pues no tiene caso que solo seamos dos. De todos modos, ya los conozco.
––Va, yo le entro ––contestó Alejandro––. Habrá que preguntarles a los otros.
Pasadas unas horas, Alex se puso en contacto con sus amigos por chat.
Álex: Compas, les gustaría ir de acampado al bosque este sábado?
Javi: Vava yo le entro
Armando: Deja pido permiso.
Eddy: Claro que sí.
David: Yo no creo poder ir :(
Álex: Insiste. Nunca has podido ir con nosotros a ningún lado, no todos los días puedes hacer esto
David: Haré el intento
Armando: ¡Si me dejaron!
David se dirigió a la habitación de sus padres, ellos se encontraban viendo televisión. Él se les unió mientras tomaba valor para preguntarles. Tomó la decisión de hablar a la cuenta de tres: uno, dos...
––Papás, ¿puedo ir con unos amigos de campamento? ––preguntó David en voz baja.
––¿Qué dices? ––contestó su papá.
––Sí, de campamento... el fin de semana... con mis amigos.
––No, no, no. ¡De ninguna manera! ––dijo su mamá.
––¡Nunca me dejan ir sólo a ningún lado! Me siento encerrado y aburrido estando aquí siempre ––dijo con voz quebrada.
––Pero si ahí tienes la consola ––dijo su papá tan sorprendido de su actitud.
––¡No es lo mismo! Además, solo tengo el FC y el Fortnite, a veces ya me aburro. Me gustaría saber lo que es ir a casa de un amigo, ir a una fiesta yo sólo o jugar en el parque, y sin embargo sigo aquí encerrado, contando los días. Nunca he perdido la noción de los días porque aquí dentro no hay mucho en qué distraerse.
Por suerte para David, su padre comprendió su sentir y sintió culpa. Supuso que su hijo tenía razón.
––¿Habrá alguien supervisando? ––preguntó su papá.
––Obvio, el tío de mi amigo nos cuidará ––contestó David.
––Escucha, hijo. La verdad, tu mamá y yo nunca pudimos experimentar esas cosas cuando éramos niños. Tú sabes de dónde venimos porque naciste allí. Creo que sería muy injusto impedir que vivas y disfrutes tu adolescencia. Lo único que pido es que te cuides, y nos llames si es que hay algún problema, ¿de acuerdo?
––Sí ––dijo David.
Sus padres aceptaron, entonces David rápidamente fue a su cuarto a mandarle mensaje a sus amigos.
David: SI ME DEJARON!!!

Los Súper CósmicosWhere stories live. Discover now