Capítulo 59

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Tiziano viajó esa misma tarde de regreso para poder organizar la mudanza. Incluso dijo que se había comunicado con Tomás y Rocco para que lo ayudaran y eso, viniendo de él, fue muy noble. Luego de lo que había ocurrido con Tomás, Tiziano intentaba compartir lo menos posible por ellos, pero evidentemente la situación lo a meritaba.

Mientras tanto Ignacio firmó unos papales que le llevó Eva quien era la encargada del tramite de la custodia, luego esperamos su alta y fuimos a buscar a la niña.

Ignacio debía usar muletas por más o menos tres meses, eso sin contar la rehabilitación que haría tres veces por semana, además de una carga de medicamentos que debía tomar en diferentes horarios. Lo que venía por delante no sería nada fácil.

La madre de Ignacio fue la encargada de llevarnos de regreso a la ciudad, lo cual convirtió todo aquello en más incómodo de lo que ya era. Nadie habló durante todo el viaje, a mí me tocó ir adelante e Ignacio fue en los asientos de atrás junto con la niña que apenas se despertó dos veces en todo ese tiempo. No sé si era normal, pero dormía mucho.

Bárbara fue la encargada de cambiarla durante el viaje. Ella realmente parecía disfrutar aquello mientras yo, desde lejos, observaba con asco la situación.

—¿Sabes que habrá veces que yo no esté y deberás cambiarla tú, no?

—¿Sabes que tenemos vecinos con niños, no? —consulté con gracia mirándolo por el espejo retrovisor.

—Si, que se ocuparán de los suyos no del resto —continuó tirando su mano para apretar mi hombro. —Lamento que sea mi madre quien nos lleve... esto es muy incómodo pero es lo mejor que Eva pudo conseguir.

—No hay problema —aseguré girándome para apretar su mano. —¿Eva está con los preparativos de la mudanza?

—Sí, y algunos papeles más —se encogió de hombros. —Dice que hay una herencia que le dejaron a Amelia. Obviamente será para ella cuando cumpla los 18 años, pero deben hacerse un par de trámites.

—Ya veo.

—También dijo que los abuelos, por ambas partes, deben aportar una cuota, que con eso estaremos bien.

—¿Lo vas aceptar? —consulté sorprendido.

—Por mí no lo haría, se lo dije a Eva, pero ella dice que es por el bienestar de Amelia y tiene razón. No podemos hacerla pasar por necesidades cuando podemos darle una mejor vida, no se lo merece.

—Tienes razón —asentí mirando a la madre de mi amigo volver al vehículo con la pequeña en sus brazos.

La mujer la puso en la silla y volvió a conducir sin decir una palabra. Lo mismo fue cuando descendimos en casa de Tiziano. Allí apenas saludó a los muchachos que nos estaban esperando, husmeó ligeramente el lugar y se despidió avisando que iría a un hotel por aquel día para poder regresar el día siguiente.

El departamento estaba completamente transformado. Habían puesto una cuna en la habitación donde solía dormir Tiziano y que, aparentemente, ahora era de Ignacio. También habían muchos pañales, leche, toallitas para bebé y algunas cosas que nunca antes pensé ver en mi vida.

Tomás y Rocco no mencionaron nada de nuestra relación aunque era evidente que ya estaban al tanto, Tiziano no era muy bueno para callarse algunas cosas. Los muchachos estuvieron entretenidos con la niña que se había despertado en cuanto bajamos del auto, pero no tardaron en retirarse y dejarnos completamente solos con la pequeña que había comenzando a llorar. Ahora entendía porque era que dormía todo el día... su hora de estar despierta era durante la noche.

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