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NO LE gustaban los días nublados, los detestaba. Desde hacía más de una semana, el clima amenazaba con la llegada de un terrible huracán. Faltaban siete días para luna llena, la noche del solsticio de verano se acercaba y en Cataluña la tradición llamaba a todas las personas que creían en las historias de magia y brujas a que salieran a la calle, encendieran las hogueras y se inventaran todo tipo de hechizos y encantamientos para traer prosperidad y felicidad a sus vidas.

Taehyung se acercó a la cristalera de su habitación, que dejaba ver unas bellísimas vistas de Barcelona, y alzó la mirada al cielo. Su lindo pomerano negro de tres meses se acercó a él y le rascó la pierna con su patita. Taehyung lo miró, lo cogió en brazos y sonrió mientras masajeaba digitalmente la coronilla de Yeontan y volvía a mirar las soberanas nubes. Por el amor de Dios, estaban casi en pleno verano y el tiempo acechaba amenazador como en invierno. Vaya con el cambio climático... Todo el mundo hablaba de ello como si tal cosa, pero nadie entendía muy bien cuáles iban a ser sus consecuencias. 

Pronto se celebraría la verbena de San Juan, su fiesta favorita y, de seguir así el clima, iba a estar pasada por agua. Desde pequeño sentía adoración por esa celebración, para él era realmente especial, y ni siquiera podía explicar de dónde provenía su fascinación. En ese día la gente compraba las tradicionales cocas de San Juan. Algunas eran de piñones, otras de crema o de cabello de ángel. El techo estelar se inundaba de fuegos artificiales, habría música por doquier y la noche más corta del año se convertiría en la más larga para muchos jóvenes y no tan jóvenes que buscaban diversión, música y alguien con quien revolcarse en la arena de las playas del Mediterráneo para luego alcanzar juntos y confundidos —muchos gracias al alcohol— el amanecer.

Estaba más ilusionado por la llegada de esa festividad que por la de su cumpleaños. Faltaban dos días para que él cumpliera veintidós años. Veintidós años. Un escalofrío recorrió su columna vertebral erizándole los pelos de la nuca y borrando la sonrisa que había aparecido divertida en sus labios. Se abrazó a sí mismo, frotándose los brazos y logrando entrar en calor de nuevo.

Dio media vuelta para dirigirse a su cama, no sin antes pararse enfrente de su tocador e inspeccionar su cuerpo y su cara. Dejó a Yeontan en el suelo y él se fue directo a morder un conejo de peluche, su juguete particular. 

Taehyung llevaba un pijama de short y camiseta de tirantes finos, ambas partes de color blancas. Su piel bronceada vestía un cuerpo sencillamente perfecto. Un cuerpo estilizado, sin ápice de grasa y de largas y moldeadas piernas. Pero no era el cuerpo lo que más llamaba la atención de él, sino su rostro.

El rostro que aparecía en el espejo era la reencarnación del embrujo y la atracción. Una cabellera castaña ondulada y desordenadamente agraciada. Las cejas del mismo color, perfectamente arqueadas y sexys. Sus ojos eran de un color avellana que a veces era imposible de definir, enmarcados por unas largas y espesas pestañas que de lo extensas y rizadas que eran tocaban casi sus pómulos, estos altos y ligeramente tintados de un rosa pálido. Su nariz fina y elegante. Sus labios gruesos dibujaban un arco perfecto y volvían locos de deseo a sus compañeros de universidad. Más de uno había intentado probarlos, sin mucho éxito. El inferior algo más relleno que el superior pedía a gritos que lo mordieran y lo succionaran hasta decir basta.

Con una sonrisa, recordando a sus amigos, que más de una vez borrachos hasta las cejas le habían pedido un beso por compasión, alzó la barbilla y deslizó su dedo índice por el pequeño y gracioso lunar en su nariz. Su amigo Jimin le había mencionado que tener un lunar allí significaba belleza y armonía física. No sabía si era cierto, pero éxito tenía, no había duda.

Acariciándose ese peculiar rasgo, pensó en su madre. ¿Habría tenido ella esa marca? Puesto que no llegó a conocerla, no lo sabía. 

Debió de ser hermosísima, porque a su padre no se parecía en nada, de eso estaba seguro. A lo mejor no conseguía encontrar ningún parecido con él porque Seungri siempre estaba de mal humor, con el ceño fruncido y la mirada ensombrecida. Tal vez si el hombre se relajara más cuando estaba con él... Imposible. Desechó esa idea al instante. No iba a engañarse, él debía de ser calcado a su madre. El no tener ninguna foto ni recuerdo de ella le hacía difícil sacar conclusiones, pero su intuición le decía que así debía de ser.

#1 Del amor al odio no hay más que un mordisco... ♡ KookTaeKde žijí příběhy. Začni objevovat