Sunday Bloody Sunday

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Parte 1: Domingo cualquiera de 1964.

Remus Lupin no tenía un recuerdo muy lúcido del momento en el que lo mordieron. Y era algo bastante normal, teniendo en cuenta que tenía apenas cuatro años recién cumplidos. Pero recordaba jugar en el jardín, y recordaba una sombra cirniéndose sobre él, y unos dientes que se clavaban en su hombro. Recordaba gritar mientras esa sombra reía a carcajadas y se marchaba, una risa que escuchó durante días, y que, de vez en cuando, en sus pesadillas, sigue escuchando. Recuerda a sus padres,corriendo hacia él, su padre persiguiendo a esa sombra y su madre cayendo de rodillas en el suelo, llorando, como si algo se desgarrase en su interior. Recuerda haber llorado y gritado por horas, hasta haberse quedado sin voz. Pero cuando lo recuerda, no siente que verdaderamente le haya pasado a él. Cuando lo recuerda, es un mero expectador.
No tiene un recuerdo muy lúcido del momento en el que lo mordieron, pero sí recuerda que era domingo. Y que el atardecer había sido de un rojo tan intenso, que había pensado que el cielo sangraba.


Parte 2: Un domingo cualquiera de 1976.

Sirius Black sabía que era el final. Y aunque su madre le estuviera dejando la piel de la espalda hecha tiras, no sentía el dolor. Solo escuchaba el cinturón rasgándole la piel. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Había perdido la cuenta de los latigazos. Cuando el monstruo terminó, se levantó, despacio, y se dirigió a su habitación. Sabía que estaba dejando un reguero de sangre por toda la casa, pero le daba igual. Ni siquiera lo hacía para fastidiar,  y eso que Sirius adoraba fastidiar a todos esos hijos de puta. Metió sin cuidado todas sus cosas en una bolsa casi sin mirar. Nada de esa horrible familia. Solo sus cosas. Bajó la escalera y contempló su lugar en el árbol genealógico. Ahora tan solo era una mancha negra, quemada. Lo habían borrado.

Esperó al autobús noctámbulo mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Los odiaba, los odiaba, los odiaba, los odiaba. Pero no podía evitar que le doliese, que le partiese el alma lo que estaba pasando. "Seca las lágrimas de tus ojos, Sirius".

No se enteró de nada de lo que pasó en el trayecto hasta casa de James. Pero llegó a la calle, se bajó del autobús y tocó la puerta. Los tres Potter's le abrieron y lo miraron, asustados. Sirius no se dio cuenta del porqué hasta que notó la nieve contra su mejilla. Lo último que vio antes de quedar inconsciente fue el atardecer, de un rojo tan intenso que Sirius pensó que el cielo, al igual que él, sangraba. Un atardecer sangriento un domingo cualquiera de 1976.

Parte 3: Un domingo cualquiera de 1977.

James y Peter se habían ido a Hogsmeade, por lo que Remus y Sirius estaban solos. Y antes eso era lo más común y divertido del mundo para ambos, pero ahora había algo que había hecho todo diferente. Y es que hubo una mañana en la que Remus se despertó y se percató de que no podía para de mirar a Sirius Black. De que le encantaba Sirius Black. Y es que hubo una mañana en la que Sirius se despertó y se percató de que Moony no significaba solo lo que él siempre había creído. Y ambos sabían que eso existía, pero estaban demasiado ciegos para verlo. Por eso, cuando Sirius le dijo a Remus de salir a dar un paseo por los patios, Remus no pudo evitar sonrojarse. Y por eso, cuando Remus asintió, Sirius no pudo evitar saltar (en su interior) pletórico de la emoción. Así que se abrigaron y bajaron a dar ese paseo.

Y caminaron en silencio. A Remus eso verdaderamente le extrañó. Sirius Black era ruido, movimiento, bromas, gritos. Era canciones de Los Beatles y risas entre cigarrillos y botellas de whisky de fuego. Era cantar a grito pelado cuando conducía la motocicleta mientras el hombre lobo se aferraba a él con fuerza. Sin embargo, ahora el único sonido que de algún modo salía de él era el crujido de sus botas contras las hojas secas. Pero para Sirius, con un cigarrillo entre los labios, ese silencio era cómodo. Era cómodo, y él se sentía confiado. Porque el día que se despertó y se percató (¡por fin!) de que Moony significaba mucho más para él de lo que otra persona podía significar, no se había dado cuenta de que lo que tenía era que estaba enamorado de él. Enamorado de su afición por la lectura y el ver sus sonrisas cada vez que decía algo gracioso. De la manera en la que pasaba las páginas del periódico por las mañanas en el desayuno. Del color de sus ojos, y de cada una de sus cicatrices y de cada uno de los lunares de su espalda. Y verdaderamente, sentía que éste era un silencio muy cómodo y él se sentía verdaderamente confiado. Por eso en cierto punto, se paró en seco. Y Remus avanzó un par de pasos hasta que se dio cuenta de que Padfoot no le seguía y en su mente solo sonó ¿pero qué coño le pasa a Sirius hoy? Y él también frenó, y se giró lentamente hacia él. Y estaba a punto de preguntarle lo mismo que había sonado en su cabeza hacía tres segundos cuando Sirius dio una última calada al cigarrillo, lo tiró al suelo y lo pisoteó para apagarlo con la bota. Y Remus se quedó extrañado cuando avanzó muy decidido hacia él y estampó sus labios contra los suyos. Al principio se quedó muy quieto, sorprendido, el estómago lleno de mariposas. Sirius empezó a asustarse y se separó, con una expresión que, según Remus, valía millones. Y entonces Moony se acercó a él, y le besó.


 Era un domingo cualquiera de 1977, y el atardecer era de un rojo muy intenso, pero ninguno de los dos pensó que el cielo sangraba.

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