CAPÍTULO 22

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<< Que la bondad y la fidelidad no te abandonen;

átalas a tu cuello, escríbelas en la tablilla de tu corazón;

así encontrarás favor y éxito perfecto

a los ojos de Dios y de los hombres. >>.

Proverbios 3:3-4


Rebeca había olvidado lo que era aquella tortura que te desgarraba las entrañas. No pudo evitar el grito, que salió de su cuerpo mientras se aferraba con fuerza al lecho. Jadeando e intentando coger fuerzas para la siguiente contracción, respiró rápido para llevar aire a sus pulmones. Hubiese llorado de haber podido, pero tan fuertes y seguidos eran los dolores que hasta creyó escuchar la voz de Máximus llamándola.

—No puedo más Alegra...

—¡Vamos muchacha! Queda muy poco. Ya está coronando la cabeza y te aseguro que tiene el pelo tan negro como el de su padre.

—¿Si...? —preguntó incrédula, llorando de alegría mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

—Prepárate, con el siguiente empujón sale esta preciosa criatura.

Rebeca cerró los ojos y apretó fuertemente haciéndole caso a Alegra.

Un fuerte estruendo interrumpió a las dos mujeres cuando la puerta se abrió de repente, en el umbral estaba Máximus que miraba desesperado la pequeña estancia, esperando encontrar algún enemigo oculto en ella.

Rebeca quiso sonreír al reconocer a su esposo, pero la contracción hizo que cerrara los ojos y gritara de nuevo.

—¡Vamos, Rebeca! ¡Ya tengo la cabeza! —señaló Alegra que había visto entrar a su señor.

—¿Qué te ocurre? —preguntó Máximus preocupado viéndola gritar. Acercándose al lecho, se arrodillo al lado de su mujer y le besó la frente—. ¿Por qué sufre tanto? —le volvió a preguntar a Alegra, retirando el pelo húmedo de Rebeca que le caía por la frente.

—¡Oh, Máximus! ¡Has venido! —exclamó Rebeca que no dejaba de llorar.

—¡Es lo normal, señor! Este niño tiene que salir a base de los dolores de su madre —contestó Alegra.

Máximus miró a ambas mujeres aturdido, palideciendo de repente.

—¿Quiere cogerlo usted mismo?

—No me atrevo... —dijo Máximus inseguro y desconcertado.

—Le aseguro que no se le va a caer. ¡Vamos! Póngase aquí... —le aconsejó Alegra al futuro padre—. ¡No ha podido llegar más a tiempo!

Máximus volvió a mirar a Rebeca y cuando la vio asentir, decidió hacerlo. Levantándose del suelo, dio dos o tres pasos al frente y se quedó mirando la pequeña cabeza que sostenía Alegra entre sus manos.

—¡Es increíble! —exclamó aturdido.

—Tiene que apresurarse, señor. Este niño no va a esperar a que usted se decida —le dijo la cocinera.

—¿Qué hago?

—Sostenga la cabeza así... —ordenó la mujer retirándose hacia un lado.

Ocupando el lugar de Alegra, Máximus cogió entre sus manos la cabeza de su hijo y esperó expectante.

—Rebeca, en cuanto empujes otra vez, el cuerpo sale solo... —le informó Alegra de nuevo.

La muchacha asintió mientras tomaba aire y reunía las pocas fuerzas que le quedaban para empujar. Cuando le vino un nuevo dolor, apretó y pudo sentir como el pequeño cuerpo se deslizaba fuera de su vientre.

ESCLAVOS DEL DESTINO @ 3 SAGA CIUDADES ROMANAS (Carthago Nova)  #PGP2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora