CAPITULO 3

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 <<¡Sed sobrios y estad en guardia!

Vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente,

da vueltas y busca a quién devorar>>.

Pedro 5:8.


En Carthago Nova, era conocido como Petrus, el galeno. Sin embargo, esa no era su verdadera identidad. Era cristiano y junto a su familia, vivía en la clandestinidad. Trabajar y morir en la cantera, era su mayor miedo si alguien descubría su secreto. Su ciudadanía romana y sus conocimientos de galeno, le habían permitido hacerse un hueco en aquella ciudad que lo había acogido desde hacía tantos años. Y aunque era duro ver morir a tantos hermano cristianos, lo único que podía hacer por ellos, era atenderles en secreto.

Y ahora, por casualidades de la vida, una cristiana se recuperaba en su propia casa. Nunca ningún romano se había tomado tantas molestias por salvar la vida de un cristiano y menos, Máximus Vinicius. De no ser por ese extraño hecho, los huesos de la cristiana habrían acabado en la fosa de la cantera, como el resto de tantos y tantos hermanos suyos.

A través de un conocido que trabajaba en la cantera, estaba intentando averiguar su procedencia. Sentía curiosidad por conocer quién era esa mujer al que el precepto de Carthago Nova protegía tanto.

De pronto, y sin que Petrus lo esperase, la esclava abrió los ojos. Desorientada, observó el lugar hasta dar con él.

—Buenos días. Veo que por fin habéis decidido regresar al mundo de los vivos. Ya podéis decir que habéis tenido suerte... —dijo el galeno con una afable sonrisa.

Rebeca se sentía débil para hablar y su cuerpo le dolía tanto, que tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para preguntar a aquel hombre:

—¿Dónde estoy?

—En la humilde morada de un galeno. ¿Crees que podrías comer algo? Necesito que recobres las fuerzas y si no te alimentas, va a ser imposible. Estás muy debilitada.

—No tengo hambre, señor.

—Es por la fiebre, pero debes comer. Traeré algo ligero...

Rebeca observó al hombre dirigirse hacia un rincón de aquella pequeña estancia. El anciano, de apariencia amable y constitución enjuta, poseía una fortaleza encomiable por la rapidez con que caminaba y la eficiencia con que se manejaba entre tarros de ungüentos, pequeñas vasijas y condimentos que se almacenaban en un hueco excavado en una de las paredes. De pronto, se dio cuenta del peculiar aroma medicinal del lugar. Sin duda era la casa de un galeno. Lo que no llegaba a comprender, era como había llegado hasta allí. Solo recordaba: el dolor y la humedad de la sangre mientras se escurría por su cuerpo.

—¿Cómo he llegado hasta aquí? —preguntó Rebeca con curiosidad.

—Te trajeron gravemente herida. Todavía no estabas predestinada a encontrarte con el mesías en la otra vida. Te lo aseguro —dijo el anciano sonriendo.

Rebeca cayó en la cuenta de que aquel galeno era cristiano.

—¿Cómo es posible? —preguntó Rebeca con curiosidad.

El galeno sabía a lo que se refería la mujer.

—¿Cómo he podido sobrevivir todos estos años sin que nadie supiese que soy cristiano? Es evidente, con mucha discreción y adoptando una identidad falsa. He intentando hacer el bien entre nuestros hermanos, de la única manera posible. Era eso o acabar muerto como los demás. No tuve más remedio que adoptar las costumbres romanas. Dejé de llamarme <<Constancio>>. ¡Solo espero que nuestro Señor me perdone por ser tan cobarde!

ESCLAVOS DEL DESTINO @ 3 SAGA CIUDADES ROMANAS (Carthago Nova)  #PGP2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora