Capítulo 13

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*Érika*
Después de diez minutos en el baño del hospital cambiándome, salgo con la bolsa de la ropa y miro las caras de todos. Sus expresiones son de pena, rabia, tristeza... no lo sé pero caigo en la cuenta de por qué: William. 

-¿Dónde está?- espero una respuesta rápida.

-Acaba de marcharse-  Andrea hace una pausa breve.

-Dijo que tenía cosas que hacer- Alan intenta poner una excusa lo suficientemente convincente para que nos lo podamos creer todos- no te preocupes, ya sabes como es- una sonrisa tranquilizadora se muestra en su rostro.

No entiendo por qué lo ha hecho, es decir, hasta hace diez minutos estaba bien, estábamos bien, ¿y ahora? ¿Nada? Como un crío se enfada y se contenta cuando a él le place. Voy a hablar con él en cuanto llegue a casa, esto no se va a quedar así. 

-¿Alguien puede llevarme a casa?

-Podemos llevarte nosotros Érika, si te parece bien claro- la mirada tierna y dulce de la madre de Will se dirige a mí en un intento de poner a su hijo en segundo plano.

-Muchas gracias- pongo la bolsa al hombro y observo a Alan y a Andrea- ¿y vosotros? ¿Qué vais a hacer?

-Pediremos un taxi no te preocupes, además, vas a estar entretenida cuando llegues a casa- la voz de Andrea se resquebraja al final- he... he hablado con tu madre Érika... no está muy contenta... lleva dos días sin saber nada de ti y está realmente muy preocupada. No ha dejado de llamarte hasta altas horas de la noche hasta que lo cogí y se lo he explicado.

-Gracias- paso la mano por su brazo despacio y con delicadeza- avísame cuando vuelvas a casa, ¿si?

-Lo haré- me sonríe por última vez antes de abandonar la habitación.

El camino hacia casa fue realmente incómodo: ni una palabra por parte de nadie ni nada, silencio absoluto, pero por otra parte lo agradecía, no tenía ganas de explicarles el por qué estaba en el hospital o qué relación tengo con su "maravilloso" hijo. El auto se detiene justo enfrente de la puerta de casa. 

-Muchas gracias por haberme traído y por todo- saco la bolsa del maletero y les dedico una sonrisa.

-No hay de qué Érika, siempre es un placer- su madre sube la ventanilla mientras se despide diciendo adiós con la mano mientras su marido, impasible y serio, no le quita ojo a la carretera.

Sabía lo que iba a pasar en cuanto cruzase esa puerta, pero estaba intentando por todas las formas posibles atrasar lo inevitable. El sonido de la llave entrando en la cerradura hizo que se me pusieran los pelos de punta. Cierro la puerta despacio y con el máximo cuidado posible para no despertar a nadie. Me dirijo a la cocina para posar las cosas y prepararme un desayuno en condiciones. El sonido del piso de arriba me pone alerta. Esto es lo que va a pasar: mi madre cogerá el albornoz, saldrá de la habitación y bajará las escaleras a la velocidad de la luz para posteriormente entrar en la cocina con cara de pocos amigos, me preguntará dónde narices he estado mientras se pone el albornoz. Y todo esto en diez magníficos segundos. Sale...albornoz...escaleras...pasos...

-¿Dónde has estado? No he sabido nada de ti desde ayer por la tarde- se pone el albornoz y se lo coloca.

-Cómo lo sabía- una risa se me escapa al saber exactamente lo que haría.

-¿Hola? ¿Estoy hablando con mi hija?- chasquea los dedos para captar mi atención- te he hecho una pregunta y espero una respuesta ahora mismo- se apoya en la isla.

-Estuve en la fiesta con Andrea y bueno...- sabía que no podía mentirla, se sabe cada uno de mis microgestos para saber que estoy mintiendo- ...una cosa llevó a la otra...

¿A quién tienes miedo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora