—P'Arthit, ¿tienes hambre? Compré brochetas de pescado frito y leche de soja para que comas un poco.

Arthit vio la leche de soja y las brochetas de pescado colocadas sobre la mesa. Aparentemente, Kongpob los compró mientras que Arthit estaba en la ducha, o posiblemente el novato se había despertado aún más temprano y había ido al mercado a comprar el desayuno mientras que Arthit dormía. En el caso que fuera, Arthit tenía demasiada prisa de volver a casa, pero tampoco iba a ser grosero y rechazaría la oferta de Kongpob, menos cuando él le había dejado pasar la noche en su departamento. Además, estaba hambriento y el desayuno parecía muy atractivo a la vista.

Arthit lo pensó unos segundos antes de asentir. Sería sólo comer, nada malo iba a pasar. Y con ello en mente, Arthit se acercó a la mesa y comenzó a curiosear la bolsa de comida que emitía un olor agradable.

—¿Dónde guardas los vasos?

—Están junto al refrigerador, debajo de la estantería. Espera, yo me encargo—Kongpob le ofreció su ayuda, y enseguida fue hacia el lugar donde le había indicado, y se lo tendió a Arthit.

—Aquí esta, P'Arthit.

Cuando los dedos de Arthit tocaron el cristal, los dedos de Kongpob tocaron su piel, y accidentalmente se rozaron.

Fue sólo un poco, pero sentir su piel contra la suya hizo que Arthit se pusiera nervioso, e inmediatamente retiró su mano en el mismo tiempo en que Kongpob lo hizo. El vaso cayó al suelo, a pesar de que Kongpob intentó evitar que lo hiciera la soja se derramó sobre los trozos de cristal ya en el suelo.

—¡Lo siento! Voy a limpiarlo ahora—Arthit se apresuró en disculparse. Afortunadamente, la leche de soja no manchó la camisa de Kongpob, pero sus zapatos estaban cubiertos de soja. Y, sin embargo, Kongpob sólo sacudió la cabeza y habló con naturalidad.

—No pasa nada, P'Arthit. Toma el otro paquete—El dueño del departamento tomó un paño seco y comenzó a limpiar el suelo, dejando a Arthit de pie, observándolo silenciosamente. Pero el veterano en su interior estaba sumamente nervioso y se sentía tan culpable que no podía moverse. Se había dado cuenta de que no importaba lo mucho que lo intentara. Su relación con Kongpob nunca seria la misma.

En ese momento una melodía rompió el silencio. Kongpob soltó el paño y sacó su teléfono del bolsillo trasero de su pantalón.

—Hola mamá, sí, ya voy para allá, tan pronto llegue te devuelvo la llamada.

Arthit se acercó a la salida, dirigiéndose a Kongpob antes de irse.

—Me voy.

Kongpob no tuvo tiempo de terminar la llamada, antes de que Arthit se colgara al hombro su mochila y saliera de la habitación, cerrando la puerta detrás de él, y sin dejarle ninguna oportunidad a Kongpob para que se despidiera. Y, aun así, cuando Kongpob terminó la conversación con su madre, él salió rápidamente al pasillo, viéndolo vacío. Arthit ya se había ido.

Kongpob volvió a la sala, viendo el paquete de leche de soja y su desayuno recién comprado abandonado sobre la mesa. Algo que había comprado por la mañana para comer junto a Arthit. Pero sus planes se habían arruinado.

En realidad, casi no durmió aquella noche. Sus pensamientos continuaron dando vueltas, y las dudas no dejaron de martillar su conciencia. Pensamientos sobre esa pregunta, aquella que él no le pudo responder a Arthit, sólo porque tenía miedo de perder esa conexión que había nacido recientemente entre ellos.

Dejó de pensar en la cercanía entre ellos, alejándose voluntariamente de la respiración cálida de Arthit, y dejando de observar su rostro durmiente. Pero por la mañana, al despertarse a su lado, todo aquel autocontrol cayó por completo. Sus sentimientos estaban creciendo exponencialmente, tan fuertes que debía mantenerlos en secreto, sólo para que sus verdaderas intenciones detrás de toda su amabilidad no se vieran reflejadas.

SOTUS- El malvado veterano y el estudiante de primer añoWhere stories live. Discover now