20. I think he knows.

Comenzar desde el principio
                                    

—Entre otras cosas, por supuesto —digo por él.

—"Por supuesto" —ironiza con una carcajada.

—Oye —me quejo—. Soy muchas cosas más, ¿sabes?

—Oh, claro que lo sé, si no lo estoy dudando, estoy haciendo énfasis que por supuesto que lo eres.

Intenta levantarse para estar del mismo modo que yo. Coloco mi palma izquierda sobre su pecho y la presiono ahí evitando que se levante. De cierta manera me hace sentir más segura, en ventaja, aunque no signifique nada.

Mi mano hormiguea sobre su piel desnuda y la siento calentarse bajo mi tacto, casi tan electrizante que necesito alejar mi mano para evitar electrocutarme las neuronas, pero su gruñido deja paralizada mi mano en el aire.

—¿Por qué te alejas?

Porque contigo no puedo hacer más que acercarme tanto que puedo llegar a cometer errores.

—No quiero hacerte sentir incómodo —digo simplemente.

Deja salir una pequeña risa nasal y solo me limito a observar lo guapo que se ve. Debería dejar de mirarlo, pero es imposible, todo él es atractivo; su maldito rostro perfecto con esa nariz perfecta y la mandíbula casi cuadrada, su sueve pelo negro, y los ojos ¿Ya he dicho que sus ojos me vuelven loca? Sus ojos me hacen dar vueltas siempre que me miran, cómo ahora. Y no voy a hablar de su pecho, porque, ahora que se acomoda, mis sábanas se deslizan por el pecaminoso torso con una paquete de seis que me hace hiperventilar.

No mires más abajo, no lo hagas.

Lo hago y veo claramente como el indicio de su perfecta V se abre camino a la tienda de campaña que se forma más abajo.

Me sonrojo.

Todo él es perfecto y lo odio por eso.

Es su culpa. Si no fuera tan guapo y no me mirara como si fuera lo más impresionante que ha visto, probablemente mis neuronas estarían a salvo, pero no, sus ojos queman mi rostro y puedo ver la burla en el suyo por el color carmesí que mis mejillas de seguro han tomado.

Él tiene la culpa. Es el único responsable de que la mayoría de la población femenina de la Universidad tenga las neuronas chamuscadas por él. Y no las culpo, justamente parece que las mías hacen corto circuito cada que él se encuentra a un radio de veinte metros.

—Me gusta —habla unos segundos después.

—¿El qué? —pregunto, confundida por mis pensamientos.

—Tu cercanía —comienza, tomando mi mano izquierda con la suya. Desliza sus largos dedos entre los míos y juguetea con ellos—, tu aroma y tu toque —continua, conduciendo mi mano hasta su pecho.

Contengo la respiración cuando lo siento tensarse.

—¿Estás seguro de que no te molesta? —inquiero con la garganta seca por la manera en que su piel se calienta bajo mi palma.

—Lo estoy —dice con una exhalación.

Me tomo la libertad de mover mi mano sobre su pecho, hacia su clavícula y después hacia sus anchos hombros.

Estoy fascinada.

Digo, tocarlo se siente hasta irreal. Es una sensación nueva, considerando que nunca en mi vida había tocado a un chico y menos a un chico como él, que parece un modelo de ropa interior, con los músculos definidos y duros por donde sea que mis dedos curiosean.

Pero por más embobada que se sienta todo esto, una pequeña espinita molesta se cuela de nuevo en mis pensamientos y no me permite disfrutar del todo el momento.

Irremediablemente Tú y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora