—Vale, pon tus cosas encima de la cama o donde veas. Tu primera misión como miembro oficial de Eternal es encontrar a Dylan, aunque seguramente esté en el taller —dijo Fede.

Dejé mi maleta sobre la cama y bajé las escaleras hasta el primer piso de la casa. Logan estaba ayudando a un cliente en la tienda. Pasé a su lado, saludándole, y él me devolvió la sonrisa, volviendo a centrar su atención en el cliente.

El taller de Dylan estaba iluminado por los rayos de sol que se colaban por tres grandes ventanales cerca del techo. El coche había sido elevado a al menos un metro del suelo con un sistema de poleas, seguramente para que Dylan pudiera meterse por debajo. Había esperado ver al mecánico trabajando, tratando de reparar los daños que el coche había sufrido el día anterior, pero la estancia estaba vacía. No había ni rastro de Dylan hasta que caminé por el otro lado del coche, y le encontré apoyado sobre una mesa, durmiendo.

¿Qué se suponía que debía hacer? Tuve la sensación de que se enfadaría conmigo si le despertaba, pero tampoco podía quedarme ahi plantado sin hacer nada. Parecía muy tranquilo ahí durmiendo... ¿y si le dejaba dormir? El caso era que Dylan también se enfadaría si intentaba hacer algo sin su supervisión. Para ser sinceros, ya me estaba poniendo nervioso solo por habérmelo encontrado dormido. ¡Fede no me había dicho qué hacer ante una situación como aquella! ¿Se enfadaría más si le despertaba o si hacía algo sin su permiso? Seguramente se enfadaría conmigo por el simple hecho de estar ahí sin su conformidad, así que quizás debía despertarle...

—Dylan —dije con suavidad, sacudiéndole el hombro—. Dylan, soy Jules... eh... despierta, por favor.

Los ojos de Dylan temblaron un poco, pero no se abrieron.

—Eso no puede ser cómodo, tío —le sacudí el hombro con más fuerza.

Esta vez los ojos de Dylan se abrieron de golpe, y se sentó tan rápido que se cayó de la silla y se golpeó contra el suelo.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Eh... estabas dormido y p-pensé que no querrías que tocase nada sin tu supervisión, a-así que... —balbuceé.

Dylan se levantó del suelo, fulminándome con la mirada.

—No vuelvas a tocarme —gruñó—. Y apártate de mi vista. No necesito tu ayuda y tengo que reparar este coche en dos días antes de la próxima carrera.

—Igual te puedo ayudar... —murmuré.

—Te pediré ayuda si la necesito. Ahora, siéntate —ordenó, señalando la silla de la que se había caido.

Obedecí, puesto que tampoco quería enfadarle aún más. Quizás debía haberle dejado dormir, al menos de esa forma no estaría dándome órdenes a diestro y siniestro. Aunque estuviese enfadado por cómo me había hablado, seguía dispuesto a cumplir cada orden. Quería ser el primero en durar más de dos semanas. Quién sabía, igual conseguía caerle bien a Dylan. Poco probable, pero posible.

Dylan desató una cadena del suelo y lo levantó lentamente, haciendo que el coche bajase hasta el suelo. Caminó alrededor del vehículo, abriendo distintos paneles y comprobando cables y tubos. La mayoría de las cosas parecían funcionar bien. Otras cuantas tuvieron que ser ajustadas, pero yo no podía ir a su ritmo. Me sentí inútil porque no tenía ni la menor idea de qué narices estaba haciendo. Abrió otro panel en la parte trasera del coche, y frunció el ceño, pero no arregló lo que fuera que fuese el problema. En su lugar, se centró en los tubos de escape.

—Eh... Dylan —dije, con cautela.

—¿Qué? —soltó él.

—¿Qué... qué se rompió ayer en el coche?

Dylan extrajo uno de los tubos de escape.

—Esto estaba abollado, igual que el parachoques. Los frenos rotos, como ya sabes, y algunos cables conectados al motor que se habían soltado. Ahora callate, no hay más preguntas.

—¿Quieres que vuelva a conectar los cables al motor?

—He dicho no más preguntas.

—Pero...

—No.

—Pe...

—¡Vale! Pero deja de hablar —gruñó Dylan, pasándome una llave inglesa.

Me levanté para examinar el motor en la parte trasera del coche. Era distinto al resto de los coches. No quería admitir delante de Dylan que no sabía exactamente cómo arreglarlo, pero también tenía miedo a cagarla. No obstante, siempre podía intentar apañármelas, al fin y al cabo no dejaba de ser un motor. Conecté de nuevo dos cables que parecían haberse soltado y observé el motón, tratando de averiguar qué hacer a continuación.

—Lo has hecho mal —comentó Dylan mirando por encima de mi hombro, mientras sus fríos ojos azules observaban fijamente el motor.

—¡Pero si apenas lo he tocado! —exclamé, arrepintiéndome al instante por la mirada que recibí por su parte.

—Soy consciente, pero lo has hecho mal. Uno es para la gasolina, el otro es para la salida de gases, así que habrías hecho a Logan volar por los aires —Dylan me arrancó la llave inglesa de la mano y desenganchó los cables que yo había intentado poner en su sitio. Los cambió de lugar y los apretó bien.

—¿Cómo se suponía que iba yo a saber eso? —de nuevo, no pude mantener la boca cerrada.

—Se supone que no tienes porqué saberlo, por eso te he dicho que no hicieras nada —dijo Dylan.

—Quiero ayudarte... ¿por qué no me enseñas cómo hacer esto para que Logan no salte por los aires? —pregunté con más calma, intentando no enfadarle más.

—Me gusta eso de no saltar por los aires —dijo Logan desde la puerta—. ¿De qué estás hablando?

—Nada importante —dijo Dylan—. No te enseño a hacer nada porque no espero que dures aquí mucho tiempo. No me gustas, Jules.

—Dylan... —intentó hablar Logan, pero el castaño le lanzó una mirada que podría haber asustado a un pitbull rabioso.

Intenté sonreírle a Logan.

—No pasa nada, estaré bien.

Logan rio:—. Lo dudo. Nadie está bien después de pasar unas horas con Dylan. Hemos oído mucho grito y lloro en los últimos meses. Especialmente por parte de Henry.

Estaba empezando a parecerme curioso el caso de este Henry. ¿Qué le habría hecho Dylan al pobre chico? Parecía ser al que casi había matado, así que esperé no ser yo el siguiente. De nuevo, yo, un oficial de policía entrenado, estaba asustado de un niño dos años menor que yo y tres centímetros más pequeño.

EternalWhere stories live. Discover now